Page 18 - De este mundo... y del otro
P. 18
Andresito se les quedó mirando fijamente, con mucha alegría, y empezó a
hacerles preguntas, quería saber quiénes eran, porqué eran pequeñitos, de
dónde venían, las criaturitas se le acercaron y le dijeron que si quería jugar
con ellos, entonces, de manera inmediata se hicieron amigos, las respuestas
ya no fueron necesarias, tomaron los juguetes de Andresito y empezaron
a jugar, el tiempo pasó rápidamente hasta que el pequeño se percató que
empezaba a caer la penumbra, entonces les dijo a sus amiguitos que si los
iba a ver otra vez, ellos le contestaron que sí, pero que tenía que llevarles
azúcar, que era lo que ellos comían, y así sucedió.
Nuevamente empezaron a dar saltos y giros para regresar por el lugar
por donde habían venido, y cuando llegaron al ropero, se pusieron en fila
y agitando la mano se despidieron de su pequeño amigo, al tiempo que
comenzaban a trepar, uno a uno, el lazo que los esperaba.
Andresito empezó a cambiar su humor, se veía más alegre, extrañaba a su
familia, pero se veía diferente, al regresar de sus labores, pasaba a comer
rápidamente para irse a su casa, sus tíos no tenían ninguna preocupación
mientras lo vieran contento, así que le permitían que se fuera sin ningún
problema.
Llegaba a su casa, barría el patio, regaba las plantas, abría puertas y
ventanas de los cuartos para ventilarlos, en menos de 10 minutos realizaba
los quehaceres que él mismo se había impuesto y se iba a su recámara para
ver el espectáculo, empezaba a llamar a sus amiguitos, le encantaba ver
cómo aparecían las criaturitas, los saltos y giros que daban, para después
jugar con ellos.
Y así empezó a transcurrir el tiempo, Andresito volvió a ser el niño alegre
que era, platicaba con sus tíos durante la comida y se dejaba acariciar,
los tíos estaban extrañadísimos, pero mientras fuera feliz, ellos estaban
tranquilos.
Todas las tardes regresaba a casa, a compartir tiempo con sus amiguitos, le
fascinaba ver las piruetas que hacían para él al descender del tapanco, pero
16