Page 183 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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La mayor parte del magisterio en servicio había sido reclutado por ser
            alfabetas, esto es, sabían leer y escribir; todos sus demás conocimientos
            eran  empíricos  y  sin  un  sustento  pedagógico  para  su  transmisión.  Los
            egresados de las normales apenas lograban cubrir las escuelas primarias de
            sus capitales correspondientes y las de algunas otras cabeceras municipales
            del interior de sus estados.


            A los demás compañeros se les clasificaba jurídicamente como habilitados,
            por carecer de la profesionalización requerida. Ésta fue precisamente la
            que  el  IFCM  vino  a  ofrecerles,  acompañada  de  estímulos  económicos
            graduales, por cada año de estudios que cursaban.


            Algunos comenzaron desde la secundaria y otros directamente al primer
            grado de normal, hasta obtener el título requerido.


            Sus clases presenciales las tenían en los periodos vacacionales y, durante
            los demás meses del ciclo escolar, la comunicación con sus catedráticos
            o asesores era a través del correo. Durante los cursos presenciales se les
            entregaban libros de las distintas materias que cubrían la currícula, mismos
            cuyos contenidos habían sido clasificados o dosificados, de manera que,
            calendáricamente, las tareas llegaran secuentes a la base y fueran devueltas
            con  la  debida  evaluación  del  catedrático.  En  los  periodos  de  verano  o
            invierno, según fuera el calendario oficial que rigiera a la entidad, se producía
            de nuevo el encuentro presencial de maestros y alumnos-maestros. Aunque,
            como decíamos antes, existían ciertos estímulos económicos para motivar
            la asistencia del estudiante magisterial, no podemos dejar de reconocer
            que aquellos años fueron de verdadero sacrificio personal y familiar, pues
            todos los componentes de cada familia tenían que apoyar el esfuerzo de su
            familiar en esas circunstancias. Si era el padre o la madre, y a veces ambos,
            los que estuvieran estudiando, los hijos tenían que comprender y aceptar
            que sus progenitores no pasaran con ellos sus periodos de descanso, porque
            estaban adquiriendo mayor capacidad profesional para servir mejor a la
            niñez mexicana.









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