Page 90 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Romance de la ch’ela Susana y su amado Eudaldo



            Un poco de humor no nos viene mal, ¿verdad Amador?

            La  ch´ela  Susana,  quien  vivía  a  la  vuelta  de  la  esquina  aquella  del  Toro
            Embolado era todo un caso de esos pintorescos que en los vecindarios tenemos
            a diario.

            Una  mesticita  delgadita,  inerme,  ¡pero  en  apariencia,  pues  no  veía  cuánto
            pesara o midiera, quien por majadero en la calle osara molestarla...! ¡Primero
            era  en  maya,  luego  en  castellano,  y  un  recordatorio  a  toda  su  raza  estaría
            escuchando,  ese  sinvergüenza  que  a  la  vecinita  se  atreviera  sólo  a  decirle
            algo! ¡Si llegaba el caso de que aquel fulano se hubiera aventado a estirar el
            brazo, con fin previsible de llegar al tacto...! ¡Un x’Bok’it bien puesto y luego
            un trancazo con lo que tuviera Susana en la mano, sin lugar a dudas aquel
            mentecato, hasta por la noche se estaría sobando!

            Vendía tamales con atole nuevo parada en la esquina desde muy temprano,
            a eso de las nueve, cargaba su cesto, adentro la olla, pues ya había acabado.
            Llegaba a su casa, se daba un buen baño, sacaba su máquina ¡Y jala, al bordado!

            Su prima Rosario que en cosa de amores sabía un buen rato, le decía a Susana:
            “¡Muchacha, si sigues poniéndote así tan difícil, aydiosén, te veo haciendo novenas
            a todos los santos, cuando veas que llegas ya casi a los 30 y ningún muchacho te siga
            rondando...! ¿No ves linda hermosa que a todos los hombres les gusta que una les
            dé por su lado? Qué te echan flores y te dicen cosas de esas que sus cholas medio
            cochambrosas inventan tan sólo para fastidiamos ¡Pues hazte a la sorda, dales un
            requiebro, pero de lejitos, sonríeles tonta! ¡Que crea el fulano que a ti te gusta, dales
            esperanzas en vez de x’bok’ites muchacha, hazme caso, sé lo que te digo...! ¿Pues
            cómo imaginas que pesqué a Pancracio cuando iba a la sala de fiestas Protejo, tan
            sólo bailando? ¡No niña, con mañas, ese condenado me dio un buen trabajo!”

            La ch’ela Susana oía a su prima y no decía nada, ¿Para qué contarlo? Ella tenía
            novio, se llamaba Eudaldo, era un buen muchacho que conoció un día cuando fue
            al mercado. Tenía su puesto en el que vendía huipiles bordados; siendo bordadora
            le pidió trabajo; el joven Eudaldo se lo dio enseguida. ¡Y de ahí, pa’l canto! Se hizo
            su novio y en un mes de marzo se estaban casando.


            ¡La ch’ela Susana ya no da x’bok’ites, ahora da huask’opes, pero a sus chamacos,
            que  son  tres  ch’elito  gorditos  y  guapos  que  harán  que  Susana  y  su  esposo
            Eudaldo sean muy felices por años y años!


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