Page 86 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Bien, yo logré mi objetivo aquella noche y mis polluelos se durmieron.
Algunos días después, estando con mi hija y los chicos de compras por el
comercio, hice el comentario de que el precio de las camisas estaba por
las nubes y que, a ese paso, los hombres iban a tener que dejar de usar
camisas.
Ni tardo ni perezoso, el más chico de la pandilla respondió:
—¡Qué bueno chichi, así todos seremos felices! ¡Acuérdate que el
hombre feliz no tenía camisa!
En ese momento, sentí que me había metido en camisa de once varas.
Los Tres Miguelitos:
— Papá ¿Por qué me llamo Miguel?
— Porque así me llamo yo. —Entonces; por eso es que mi abuelito se
llama así como tú?
—Es al contrario mi hijito, yo me llamo como él.
—Los tres somos Miguelitos ¿Verdad?
—Sí, así es mi hijito.
Pero ahora a dormir, chiquito, que ya van a dar las 10.
— ¡Ya voy papá Miguelito! ¡Adiós abuelo Miguel!
¡Que duerman bien calientitos y que sueñen muy bonito con este tercer Miguel!
¡Somos los tres Miguelitos!
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