Page 82 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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l participante, con los puños a la espalda:
er
— ¡Cañavera!
— Retador:
— ¡Entro en ella!
— ¡Entre cuántas!—
— ¡Hasta ver el tanto!
En ese momento el que tenía las semillas pasaba la mano al frente con
la palma abierta y durante unos ségundos la dejaba así para que el otro
viera y pudiera calcular cuántas semillas habían en ella; decía una cifra;
si acertaba, se quedaba con las semillas; si no era así, él o ella tenían que
pagar un tanto igual, y por consiguiente, su tesoro, mermaba. Repetían la
mano cuántas veces quisieran.
Los juguetes empleados en nuestros sencillos pero entretenidos juegos,
no le costaban a nuestros papás ni un quinto, ya que utilizábamos o
reciclábamos, para utilizar un término moderno, todo aquello que los
adultos desechaban; por ejemplo: las cajas vacías de los fósforos y los
palitos ya usados de los propios fósforos (no cerillos, porque no eran de
cera, sino de madera); éstos daban lugar a varios tipos de juegos. Con los
palitos podíamos jugar una versión yucateca de los palitos chinos, o dibujar
con ellos figuras geométricas en el piso o en hojas de papel, cartón o lo que
fuera.
Con las tapas de las cajas, previamente recortadas simulando barajas y
apiladas en montoncitos, a veces sujetos con una liga para evitar que se
desmoronaran (otros de nuestros tesoritos) jugábamos en parejas algo que
se denominaba figura o basura.
Se fijaba una cuota a pagar con las mismas barajas y, ya de acuerdo, uno de
los contendientes lanzaba al aire una de éstas, al tiempo que preguntaba:
¿Figura o basura?, a lo que el retador respondía, mientras el cartoncito
estaba aún en el aire: ¡Basura!, por ejemplo. Figura significaba el lado que
tenía letras y basura donde era únicamente el cartón gris. En mi casa se
compraban fósforos El Porvenir.
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