Page 79 - El magisterio y la vida en verso y prosa
P. 79
Por eso yo despido en mi corazón a mis seres queridos ya fallecidos este
último día del mes de noviembre y siempre procuro hacerlo con alguna
expresión lúdica, para que se vayan alegres y la comenten luego con sus
cuates en la necrópolis.
En esta ocasión, hice uso de un texto fotocopiado, que un buen amigo mío,
el maestro Julián España Solís, quien radica en Oaxaca desde hace muchos
años, hizo el favor de obsequiarme, junto con un valioso material literario
de su autoría; pues ya se hizo costumbre que cada vez que llega a Mérida,
esto puede ser cada dos o tres años, se toma la molestia de traerme material
impreso que pueda interesarme o divertirme, lo cual siempre le agradezco
y procuro corresponder en la misma forma.
Fue en agosto del año pasado que me dejó este chascarrillo rimado,
producto de la pluma del tremendo escritor mexicano, don Francisco
Liguori, colaborador estrella de la revista Siempre de don José Pagés
Llergo (QPD).
Se lo dediqué a mis muertitos y ahora lo comparto con ustedes.
Tuve un amigo canijo,
que leyó en un libro viejo,
aquel antiguo consejo
y lo siguió muy prolijo.
Pensó, “me iré feliz, porque dejo,
un libro, un árbol y un hijo”.
Pero le salió mal todo,
pues, por irónico modo,
logró al fin de la jornada:
un árbol seco y torcido,
un libro muuuy aburrido,
y un hijo ¡De la tostada!
Francisco Liguori.
¡Adiós viejitos lindos, hasta la próxima, si es que no me encuentro con
ustedes ya, haciéndoles compañía.
77