Page 84 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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— ¡Muy maravillosa!
            — ¿Con qué letra empieza?
            — Etc.

            O aquel otro que jugaban nuestros maestros con nosotros: Ellos decían y
            nosotros respondíamos:


            M —¡Martinejo!
            A —¡Señor viejo!
            M —¿Y las muías?
            A —¡En el campo!
            M —¿Quién las cuida?
            A —¡El Gavilán!
            M —¿Por qué no las cuidas tú?
            A —¡Porque no me diste pan!
            M —¿Y el pan que te di?
            A —¡Me lo comí!
            M —¿Si más te diera?
            A —¡Más comiera!
            M —¿Y el huevito?
            A —¡En su hoyito!
            M —¿Y el carbón?
            A —¡En su cajón!
            M —¿Y la sal?
            A —¡En su mismísimo lugar!


            El niño que aprende las disciplinas de un juego y las sigue puntualmente,
            es más susceptible de aprender las reglas de la vida y adaptarse a aquéllas
            que le satisfacen o las que requiere para su subsistencia en el planeta ¿No
            creen?


            Considero que todas estas remembranzas son desconocidas por los jóvenes
            maestros, pero, ¿qué tal si a modo de experimento trataran de practicar en
            clase algunas estas rutinas?







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