Page 88 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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¿Se pueden imaginar lo que habrá pasado por la mente y el corazón de esos
            niños, cuando vieron a sus maestros en escena, caracterizados, actuando
            como jamás los habían visto en su salón de clase, haciendo pantomimas
            y expresando diálogos jocosos para hacerlos reír, únicamente porque los
            aman y quisieron que en su día, ese día marcado en el calendario escolar
            y  nacionalmente  autorizado  como  Día  del  Niño,  se  sintieran  felices  y
            arropados por el calor humano de todos ellos, sus maestros; los que fueron,
            los que son y los que serán en los siguientes cursos?


            A estas alturas de mi vida no pude evitar un acceso de suave llanto al
            leer esta nota; pero fueron esas lágrimas cálidas, bienhechoras, que surgen
            cuando se tiene esa sensación tan grata de no haber estado equivocada,
            cuando en nuestras mocedades obramos de la misma forma y por el mismo
            motivo; cuando evocamos esa etapa maravillosa de compartir con otros
            compañeros la misma emoción que ahora habrán sentido los jóvenes y
            entusiastas maestros de la Escuela Primaria “Mario H. Cuevas”, de Motul,
            Yucatán.


            Notas como ésta nos dan la esperanza de que, no obstante que el sistema
            educativo en nuestros días no esté pasando por su mejor momento a nivel
            nacional, que se vislumbran sombras y obstáculos en el camino del presente
            y  del  futuro  del  magisterio,  para  evitar  su  cabal  desarrollo  y,  algunas
            cosas más que escapan a nuestra compresión, por ahora estamos seguros
            de que, siempre habrán maestros dispuestos a dar la batalla para abatir
            todas esas barreras que encuentren en su camino, demostrando así que la
            comunicación maestro-alumno la tiene en sus manos, cualquier docente
            identificado y comprometido con su labor.


            Los que hemos andado por esos senderos por tantos años, sabemos que
            la escuela no es el edificio, ni las leyes que la rigen; ni siquiera los libros,
            que sin dejar de ser valiosos y útiles, pueden también ser superados por la
            preparación profesional y la elocuencia de cualquier buen maestro, que
            puede lograr, incluso, que sean los propios niños quienes confeccionen sus
            libros.







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