Page 37 - Los objetos del poder
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El torneo comenzó, hubo fiesta y alegría en el reino, porque el rey estaba
            muy feliz, nunca nadie había llegado de repente a solicitarle jugar y competir
            en lo que más le gustaba. Barto era buen tirador, pero el rey era excelente,
            les ganó a todos con facilidad, a pesar de que otros caballeros también
            eran muy buenos; a partir de entonces comenzó una amistad, ahora con
            un nuevo monarca, Pilaf El Grande, apodo y seudónimo ganado por sus
            hazañas en batalla y por ser excelente mandatario en sus dominios.


            Al igual  que  Otis, Pilaf, rey de  Arabasta,  lo  atendió como invitado  de
            honor, el poco tiempo que Barto estuvo en el reino fue muy bien recibido;
            para entonces una bella mujer se había enamorado de él, y le mandó una
            carta de amor, la cual decía: muy buenas noches tenga usted apreciable
            caballero, le escribo estas frases, para expresar que me parece usted muy
            guapo y distinguido, y si usted accediera a conocerme me haría muy feliz,
            sé que es atrevido de mi parte, pero no quiero que se marche, sin que usted
            llegue a saber mis sentimientos, y peor aún sin conocer a su enamorada.
            Estaré en el puente ámbar, a las 10:00 horas del día de mañana, llevaré un
            gran sombrero rosa, para que pueda reconocerme, espero pueda asistir a
            la cita, que con pudor y vergüenza en esta ocasión le aludo.

            Al leer la carta y enterarse, Barto se sorprendió, pero también le dio mucho
            gusto, era la primera vez que recibía una epístola, aparentemente de una
            dama, para conocerlo y tal vez cortejarlo, generalmente era al revés.


            El día siguiente se levantó temprano, se aseo muy bien, y vertió sobre su
            cuerpo la mejor fragancia que pudo conseguir, estaba muy contento y a la
            vez nervioso por su cita a ciegas. Llegando al puente a la hora acordada,
            ya se encontraba allí con un gran sombrero rosa, una mujer hermosa, el
            temeroso galán se acercó a ella y le preguntó –¿Es usted la persona que
            me ha enviado el recado y me ha citado aquí?, la joven se sonrojó, y sin
            mediar palabras, lo besó en los labios, Barto se sintió más que afortunado y
            le correspondió. Hablaron de muchas cosas, principalmente de la partida
            del hidalgo, y a pesar de que pasó todo el día, para ellos, pareció ser un
            breve instante. Barto un poco antes de despedirse comentó: –me queda
            muy poco tiempo en este reino, tengo que irme y continuar mi camino,
            podré verte todos los días que me quedan, si así tú lo deseas, pero al irme


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