Page 98 - Los objetos del poder
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sin dar problemas sobre su control, pero las letras azules y luminosas de
            inmediato cambiaron a rojo y se difuminaron en su totalidad, Aldebarán
            había  disminuido  el  poder  del  objeto  de  eones  de  años,  y esa  acción
            irremediablemente ya no era posible.

            Pasaron muchas horas y el clima continuaba afectando enormemente a
            todos, se llegó el momento en que debería amanecer, pero la obscuridad
            no retrocedió,  grandes  nubes negras bloqueaban  por  completo  el  sol,
            descargando cada vez más agua. Los soldados no entendían por qué, el clima
            era tan horrible y severo, muchos pensaban en regresar y reagruparse otro
            día, total no había indicios del otro ejército; sin embargo, sus respectivos
            generales  no dejaban  de ordenar  paso al frente. Estando a solas  Barto
            invocó al irascible Aldebarán, y éste apareció, el emperador dijo con coraje

                  –Crees que con agua, tierra y viento podrás detenernos, a lo que
                  muy calmado, pero con su grave voz contestó Aldebarán.


                   –Ya lo estoy haciendo, que no te das cuenta, te hostigo a mi voluntad,
                  además ni siquiera has visto la mitad de mi gran poder, te ofrecí la
                  oportunidad de retirarte a tiempo, tu derrota quedará grabada en
                  la historia de la humanidad, siempre se dirá que el mejor ejército de
                  todos los tiempos, capaz de hacer temblar la tierra al marchar, perdió
                  su primera y única batalla, y mejor aún, que perdió contra nada,
                  ningún otro ejército lo derrotó, sólo la naturaleza con aire, tierra y
                  agua, como tú mencionas, fue capaz de diezmar a miles, qué digo
                  miles, miles y miles de guerreros.


                  Barto  estaba  furioso,  le  gritó  –te  derrotaré.  Aldebarán  arrojó
                  una ráfaga de viento y agua que embistió a Barto sacándolo con
                  tremenda fuerza de la tienda en la que se encontraban, como si una
                  simple persona soplara sobre un diente de león para esparcirlo por el
                  aire. La tienda salió volando después que Barto y Aldebarán volvió
                  a desvanecerse.


            Aún faltaba mucho camino por recorrer, para llegar al sitio anhelado, los
            guerreros y las bestias fatigadas comenzaban a caer, víctimas del cansancio


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