Page 100 - Los objetos del poder
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líderes de batallón, que sí sabían que el retorno de la lucha se aproximaba
velozmente, trataban de apresurar aún más a los subordinados, esto era
muy difícil para ambos.
Casi todo lo referente a la naturaleza, había vuelto a la normalidad, pero
el poderoso Aldebarán jugaba con las mentes de los soldados, puesto que
alejó las nubes, y debería de haber salido el sol, pero no fue así, con su
gran poder realizó un eclipse, similar al que Barto hizo hace muchos años
experimentando con el libro; ese eclipse, interponía la luna entre el sol y la
tierra, por ello tapaba al gran astro luminoso, por lo que predominaba la
obscuridad en el campo de batalla.
Barto se dio cuenta que las ocho horas que había estipulado Aldebarán no
serían suficientes para comer, descansar, atender a los heridos y devolver a los
muertos a sus respectivas tierras de origen, a pesar de que los muertos hasta
el momento eran pocos, había que honrarlos, y de ser posible, entregarlos a
sus familias, por ello decidió invocar de nuevo al espíritu legendario.
Tomó el libro y escribió el nombre Aldebarán, ya habían pasado siete horas
desde que la fuerza de la naturaleza cesó, qué se te ofrece –dijo al aparecer
el ser legendario, el tiempo que me diste es poco, necesito más para honrar
a los muertos, sé que para ti el tiempo es nada, así que es algo que no te
causaría problema si decides esperar un poco más, para que tu juego sea
más entretenido dame una prórroga.
Las palabras de Barto trataban de persuadir a Aldebarán desde el
conocimiento que tenía el mortal sobre el inmortal, aludiendo en que el
tiempo no significaba nada en el espíritu, y que se divertiría en el juego que
estaba realizando si les permitía mayor descanso.
Muy astuto –mencionó riendo Aldebarán, siempre has sido muy inteligente
Barto, pero yo soy sabio, sólo tratas de engrandecerme un poco para obtener
tu propio beneficio, si yo accediera a tu enmienda, ¿qué estás dispuesto a
darme, para otorgarte más tiempo antes de proseguir nuestra contienda?
Esa respuesta sorprendió al emperador, Aldebarán nunca había querido
nada, no sabía qué pudiere darle o cuál sería el gusto de ese ser.
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