Page 102 - Los objetos del poder
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Esto  dio  oportunidad  a  los  siete  líderes  de  enviar  a  los  soldados  más
            heridos de regreso a los linderos de Magna, ellos se llevarían a los muertos
            y posteriormente mandarían a los occisos a sus natales lugares de origen,
            para que recibieran la sepultura adecuada que decidieran sus familiares,
            pero todo aquel que siguiera con vida debería buscar atención médica y
            esperar en las afueras de Magna indicaciones y órdenes a cumplir.


            Los siete batallones avanzaban con mayor velocidad a la anterior, y a
            pesar de que muchos heridos graves regresaban llevando consigo a los
            difuntos, no se notaba gran disminución de guerreros, seguían siendo
            miles y miles de personas. La mayor parte no podía creer la mala suerte
            que tenía todo el ejército, por tener que atravesar tan malas condiciones
            climatológicas, que incluso habían arrebatado vidas. Las intensas lluvias,
            el fuerte viento, los temblores, los remolinos de viento casi tan grandes
            como  un  tornado  y  además  el  eclipse,  habían  estado  en  completa
            obscuridad, por mucho tiempo, lo que afectaba su juicio al igual que los
            caballos, perros, animales de carga como mulas, machos y bueyes que los
            acompañaban.


            Mientras más se acercaban a la cueva de Aldebarán, más fuerte se iban
            haciendo nuevamente los desastres naturales, así que, al encontrarse cerca,
            Barto decidió detenerse, y mandar llamar a los otros líderes para dialogar
            con ellos; los mensajeros fueron por  ellos  mientras todos los soldados
            nuevamente tuvieron la oportunidad de descansar, sólo que esta vez con
            condiciones climatológicas muy malas.


            Al reunirse Barto con Albus, Clorif, René, Otis, Taurus y Viktor, comenzó
            el diálogo, Marco también se encontraba allí, pero él era lugarteniente de
            Barto, no tenía batallón propio a dirigir, similar a Bruu, ella era la mano
            derecha en el batallón de su suegro y rey de Magna.


            Estaban  en  una  tienda  grande  donde  cabían  los  nueve  sin  dificultad,
            protegidos del agua y el viento y con un puñado de soldados escoltando la
            reunión en la parte exterior de la tienda, pero sólo estaban ocho adentro,
            ya que Bruu decidió permanecer afuera.




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