Page 107 - Los objetos del poder
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En  ese  momento  el  solemne  Aldebarán  carcajeo,  como  si  estuviera
            disfrutando una función divertida de algún circo o teatro, posteriormente
            mencionó, –me gustó mucho que intentaras hipnotizarme, llegó un punto
            que lo disfruté, me he divertido bastante, qué bueno que fuiste tú, quien
            bajó a esa cueva y a quien le entregué mi libro del poder. Yo soy más
            antiguo que cualquier ciencia; a la misma hipnosis yo la vi nacer y crecer,
            no puedes hacer nada contra mí, eres un mortal, pero fue agradable hacerte
            creer que lo habías logrado, debiste mirarte, fue fenomenal.


            Aldebarán  sólo  se  estaba  burlando  de  Barto,  lo  que  provocó  que  se
            disgustara bastante, nadie se mofaba de él, pero el espíritu continuó, –si
            me vences en la última batalla que se aproxima, entre tu gran ejército
            contra mi ostentosidad, te diré la información que tanto anhelas saber,
            esfuérzate al máximo, espero mucho de ti muchacho, no me decepciones,
            entonces desapareció al instante salpicando agua en el rostro del líder de
            la gran alianza.


            Barto sujetó su libro para escribir en él, quería ganar a como diera lugar,
            pero nuevamente todas las oraciones que escribía para vencer en la guerra,
            se tornaban rojas antes de desvanecerse, inclusive intentó escribir hechizos
            y conjuros, que según algunas historias que le contó una anciana bruja
            nonagenaria eran verdaderos, pero aun así nada funcionaba, para lograr
            que las letras azules no cambiaran su color.


            El tiempo de receso establecido finalizó, y por primera vez, los cuernos
            que al soplarse sonaban fuertemente indicando alguna acción se hicieron
            escuchar, indicando  batalla; los  soldados  se desconcertaron,  porque no
            había nadie contra quién pelear, de inmediato apresuraron su caminar, y
            sólo el aire fuerte volvió a soplar, esta vez a manera de tolvanera, era el fin
            de la calma y la tranquilidad, los cuernos estruendosos seguían indicando
            avance a paso rápido, hubiese sido trote, pero el suelo de las montañas era
            muy irregular y no permitía que tanta multitud avanzara trotando. De
            repente el aire se detuvo, y comenzó a temblar la tierra con mayor fuerza
            a las veces anteriores, esto contuvo al masivo ejército de nuevo, pero los
            líderes seguían indicando contienda y pelea; era muy extraño escuchar las
            órdenes que indicaban una riña, porque seguían sin comprender contra


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