Page 112 - Los objetos del poder
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René por fin logró llegar, pero él sí entró a las fauces de la cueva, tenía
            que dirigir a sus hombres dentro de ese lugar, llegó al término del camino
            horizontal  y  rápidamente  inició  el  descenso,  junto  con  un  centenar  de
            personas que ya estaban bajando, aunque después se arrepintió y regresó
            escalando al principio de la bajada; sintió que hacía más falta su presencia
            en ese lugar, porque el descender ya no daba instrucciones y se perdía el
            orden.


            Marco, Barto y Taurus llegaron en último lugar, casi corriendo uno tras
            el otro, vieron que Bruu y Viktor ya se encontraban ahí, que metían a
            los valientes guerreros en la caverna, pero ellos tres sí entraron. Todos los
            que entraban tenían que derramar el líquido inflamable lo más adentro
            posible, como la caverna era muy profunda, sólo sellarían la entrada. Si
            explotaba algo en la superficie, debía ser un daño muy interno para que
            fuera fracturada y así destruirla por completo, causando un derrumbe.


            Al llegar al inicio del camino vertical, Barto, Marco y Taurus notaron que
            René ya estaba ahí, bajaba a los soldados y el material que provocaría
            el daño total; brea, alcohol, aceites, paja, resinas y pólvora descendía sin
            cesar, los cuatro líderes principales permanecieron al inicio del  camino
            vertical, Barto se excluyó arraigándose en un rincón, e intentó abrir el
            pasadizo que había usado para subir hace muchos años, así que escribió, se
            abrirá el atajo que usé hace tiempo para subir esta caverna, cuando toque
            con mi mano una parte de la cueva, las letras azules esta vez no cambiaron
            a rojo, lo que indicaba que era un hecho esa frase.


            Barto se apresuró a tocar la cueva y el pasadizo se abrió, ahí estaban las
            escaleras de caracol, que alguna vez ayudaron al ahora emperador a salir
            de  esa  obscura  cueva,  ahora  había  dos caminos  para  bajar, y uno era
            mucho más sencillo que el otro.


            No tenían forma de saber a qué profundidad descendían, así que ordenaron
            a los soldados que se rigieran por tiempo, comenzarían a subir a todos
            sus compañeros después de dos horas: en ese lapso la profundidad sería
            suficiente para verter los explosivos e ir marcando camino con ellos, y así
            poder encender todo el fuego desde la parte de arriba.


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