Page 24 - Cuatro tres historias de amor
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Serenata al desamor



               Al querer tomar la botella, a Joaquín se le resbaló de entre las
            manos, cayó casi llena sobre el pavimento como en cámara lenta,
            mientras todos observaban horrorizados el hecho. No era la primera
            vez que salían “en bola” a dar serenatas, ni la primera, que entre
            la borrachera quebraban unas cuantas botellas, pero ésta, les había
            costado lo ganado en tres días con las presentaciones, por lo tanto,
            consideraron un grave error que Joaquín la haya dejado caer.


                —¡Total!, ya tienes roto el corazón, Joaquín, entonces, si te
                  rompemos los huesos ni lo sentirás. —dijo Manuel, agarrándolo
                  del cuello como queriendo ahorcar.

                —¡Deja al chamaco, vampiro! Suficiente tiene con el desaire de
                  María —agregó Juan, “el jefe de la banda”, mientras tanto, los
                  demás, sólo observaron los vidrios dispersos con resignación.


                —¡Suéltame!, —chilló Joaquín, tratando de soltarse de manera
                  torpe, porque no quería dañar su bandolón. Ser solista le había
                  costado mucho, por eso lo cuidaba como a su niño querido. —
                  Mañana te compro un whisky de mejor calidad que ese, no me
                  estés jodiendo más la noche.


                —¡Ja!, ¿crees que se pueda más?, —agregó Luis.


            A Joaquín, le dieron ganas de vomitar con la pregunta, o era sólo
            el efecto de la borrachera que traía, pero recordar lo ocurrido con
            María, lo hizo sentirse miserable otra vez.

            María fue su compañera en la escuela desde siempre. Él, no cursó el
            preescolar, así que cuando entró a la primaria no conocía a ningún
            compañerito, pero María lo vio llegar solitario y cabizbajo al salón,
            lo miró con sus enormes ojos café y su sonrisa de niña inocente, se
            acercó a saludarlo y desde entonces fueron inseparables.




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