Page 31 - Cuatro tres historias de amor
P. 31
Oportunidad fugitiva
“El resfriado se cura con un caldo de pollo”, pensó Ernesto. Su
madre solía prepararlo siempre con mucho ajo y cebolla, “pa qué
amarre” decía y, tal vez era cierto, porque no existía remedio tan
efectivo para una gripa común, como el espeso caldo de pollo de
Lucy. Tumbado en la cama, con dolor en todo el cuerpo y la cabeza
a punto de explotar, recordaba los momentos pasados en casa de su
madre, en México, hacía ya muchos años de eso.
Ahora estaba solo, en un país extraño, con un clima extremadamente
frío, al cual no podía acostumbrarse y que siempre favorecía
la aparición de enfermedades respiratorias. Sin embargo, fue
el pequeño pueblo de Leineperi, en Finlandia, donde decidió
esconderse para estar más seguro.
Mientras recordaba el infalible remedio de su madre y se lamentaba
por no saber prepararlo, escuchó que tocaron la puerta. Eso lo
confundió, no tenía amigos en ese pueblo y trataba de no mezclarse
con los vecinos, así que decidió ignorar el ruido, pero después de
unos minutos, insistieron con golpes más fuertes. La curiosidad lo
invadió, se levantó como pudo de la cama, se asomó por la ventana,
intentando que la persona que estaba afuera no lo viera y su asombró
fue mayúsculo cuando descubrió a la cajera de la pequeña tienda
del pueblo, donde hacía las compras de víveres, parada frente a la
puerta, observando cómo se escondía tras la cortina.
Al verse descubierto, no tuvo más remedio que abrir, pero antes de
llegar a la puerta, trató de limpiarse un poco la cara con las manos y
alisar su cabello enmarañado, signo de que había estado casi todo el
día en cama. Al abrir, sintió una brisa que lo hizo estremecerse, no
estaba seguro si fue por el aire colado del exterior o por la hermosa
sonrisa de la chica rubia con enormes ojos verdes que lo saludó en
inglés. La invitó a pasar y le ofreció una disculpa por haberla hecho
esperar, pero no se sentía bien como para moverse rápidamente.
29

