Page 53 - Cuatro tres historias de amor
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Llegó a la fiesta con su amiga, saludaron a los conocidos y se sentaron
            de inmediato en una mesa donde la esperaba el joven que la quería
            conocer. Sara, lo vio desde lejos y le pareció de lo más simple, no
            comprendía cómo pudo pensar en que ella le correspondería, aún
            así, se portó amable y le aceptó una pieza de baile.

            Mientras estaban en la pista, otro joven se acercó a ellos buscando
            a su pareja de baile a quien le entregó una cartera; el desconocido
            apenas volteo a verla, pero, ella quedó impresionada por sus ojos
            negros profundos y su aroma frutal.


            En cuanto regresaron a la mesa, Sara hizo todo lo posible por hablar
            con aquel muchacho, obligando a su amiga a presentárselo sin
            importarle romperle el corazón al pretendiente. Una vez hablando
            con él, pasaron toda la noche juntos, quedando de acuerdo en verse
            al día siguiente.


            Así pues, empezó una relación de amistad que, con el paso del
            tiempo, se convirtió en algo más. Toda la familia de Sara estuvo en
            desacuerdo, pues Jaime, el nuevo novio, tenía fama de mujeriego,
            pues era chofer en una compañía transportista y decían, que “en
            cada pueblo tenía una novia esperándolo”. Pero, Sara hizo oídos
            sordos a todas las advertencias.


            Durante tres meses, el noviazgo fue lo más hermoso que la chica
            vivió;  Jaime  le demostraba  cada  día  su  cariño  y ella  comenzó  a
            vislumbrar un futuro junto a él; a pesar de los rumores sobre las
            supuestas “novias” a las que visitaba al mismo tiempo que a ella,
            Sara no podía ver más allá del mundo perfecto donde sólo existían
            ellos dos.

            Hasta que un día, Jaime le comunicó a Sara, la necesidad de
            ausentarse del país por varias semanas, pues debería hacer un viaje
            de carga al extranjero. La chica sintió que el aire se le iba, pues,
            aunque siempre hizo oídos sordos de todas las habladurías, tuvo el




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