Page 48 - Cuatro tres historias de amor
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los talleres, la música que escuchó los últimos días, sus planes para
las próximas vacaciones y otras cosas.
Se dirigieron a una pequeña cafetería ubicada en el centro de la
ciudad, el dueño era amigo de Enrique. Mientras tomaban café,
Sandra se dio cuenta de lo feliz que se sentía de estar ahí; estaba
conociendo más a su amigo y le gustó mucho su forma de ser:
despreocupado, irreverente, soñador, desordenado y sumamente
atractivo. Al estar en ese lugar, sólo en una ocasión se acordó de
Alberto, y lo único que deseo fue no ser reconocida por alguno de
sus amigos en común; afortunadamente, eso no ocurrió y pasó una
velada encantadora.
Al regresar a la casa de Sandra, él le dijo lo mucho que deseaba
seguirla viendo, sin pensarlo demasiado, ella también lo reconoció
y quedaron de verse lo más pronto posible, dependiendo del arreglo
de sus actividades laborales y personales. Para Sandra, eso se refería
a cómo arreglar las cosas para no descuidar a Alberto ni verse
descubierta al salir con alguien más, era un trabajo arduo, pero, lo
lograría.
Disfrutaba de la audacia y desenfreno de Enrique unos días, para
luego, volver a la ecuanimidad y ternura de Alberto. Quería a los
dos, sentía un profundo aprecio por cada una de las características
de ambos, cómo unas complementaban a las otras y cómo la hacían
sentir, dentro de una montaña rusa de emociones. Ahora se daba
cuenta que el corazón de una mujer puede alojar a más de una
persona, porque cada una aporta algo hermoso y diferente. ¿Hacía
lo correcto?, ¿tendría consecuencias?
¿Hasta dónde llegaría con estas actitudes?, no lo sabía, pero, sobre
todo, no le interesaba descubrirlo.
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