Page 52 - Cuatro tres historias de amor
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El capricho perfecto



               Sara era la consentida de su madre, al ser la única mujer, Juana
            se sentía reflejada en esa niña. Creció rodeada de todo lo que deseó;
            escuchar su llanto, torturaba sobremanera a su madre, por lo tanto,
            decidió evitarle cualquier sufrimiento por mínimo que fuera, pero,
            a Juana se le escapó un detalle, sufrir por amor es algo muy difícil
            de evitar.

            El padre de la niña siempre le pidió a Juana moderar sus cariños
            y consentimientos hacia su hija; la madre, lo ignoró, por eso, Sara
            creció de un modo caprichoso, pues a temprana edad se dio cuenta
            del poder de sus lágrimas para obtener todo lo deseado.

            Al morir el padre de la niña, ella tenía siete años. La pérdida devastó
            a la familia, Juana, se quedó sola a cargo de la crianza y sostenimiento
            de tres niños pequeños. Era imperioso evitarles todo dolor, en
            especial, a su adorada hija, a quien le llenó el vacío paterno, con el
            cumplimiento de su más mínimo capricho.

            Sara, aprendió que sólo desear las cosas era suficiente para obtenerlas,
            entonces, su carácter se moldeó sólo para recibir. Cualquier negativa
            a sus deseos, era considerada una ofensa y aquella persona que se
            atrevía a negarle algo, se ganaba la enemistad eterna de la niña. Así
            le acarreó varios problemas a su madre, quién salía en su defensa
            ante la más mínima queja.


            Sus amistades nunca fueron constantes, sin embargo, siempre
            encontró quién le cumpliera sus deseos. Con los primeros novios
            pasó lo mismo, si se dejaba manipular el jovencito del momento,
            permanecía un poco más de tiempo en la relación, de lo contrario,
            era preferible olvidarlo.


            En una ocasión, fue invitada a una fiesta de cumpleaños, el incentivo
            era presentarla con un joven que constantemente preguntaba por
            ella y, como era curiosa, aceptó sin pestañear.



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