Page 44 - Cuatro tres historias de amor
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un mensaje de texto diciéndole lo ocupada que se encontraba, y así
estaría hasta la mitad de la tarde.
Cuando regresaron a la sala de juntas, Enrique estaba sentado con sus
compañeros, así que Sandra tomó su lugar con sus colaboradores de
empresa y continuaron los trabajos. “¿Qué puesto ocupará Enrique?,
¿por qué no habría venido las veces anteriores? Es algo extraña
su facha, pero le gusta la misma música que a mí, es una buena
señal. Pero, ¿qué me pasa?, señal de qué, no pienses tanto en él y
concéntrate en la capacitación”.
Pero no podía, le gustaba levantar la mirada y escuchar sus
comentarios. Así pasó el resto de la jornada, hasta la hora de salida.
Cuando Sandra se despedía de sus compañeros, Enrique se acercó:
—No me has enviado las rolas —le dijo en tono de reclamo.
—¡Claro! Ahora mismo las envío —sacó su teléfono para poner
manos a la obra.
—Yo tengo infinidad de música, me gusta de todo un poco,
incluso tengo música para bailar, —dijo Enrique.
—¿En serio?, ¿cómo cuál?, —preguntó Sandra mientras enviaba
el archivo al teléfono de su nuevo contacto.
—Te voy a pasar unas súper tranquilas pero que me gustan
mucho.
Al tiempo que salían sus archivos de audio, entraban dos más a su
teléfono, los abrió y comenzó a escucharlos, grande fue su sorpresa
al escuchar melodías de Kizomba, un ritmo africano poco conocido,
el cual disfrutaba mucho bailar. “A Alberto no le gusta esta música”,
reflexionó. Le agradeció el envío diciéndole lo mucho que le gustaba,
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