Page 33 - Preludio los días de mi juventud
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Capítulo IV
Primeras vacaciones
Mi mamá y mis hermanos menores estaban al pendiente de mi
llegada, en cada carro que venía del Puerto de Acapulco y que se
detenía en la esquina para dar vuelta a la calle principal, se fijaban
para ver quien bajaba.
Por fin en el carro que yo venía se paró en la esquina y bajé con mi
veliz nuevo que había comprado, donde eché mi ropa y dos libros.
Corrieron mis hermanitos a recibirme; para esto ya habían pasado
10 meses sin vernos, llegué a la casa vieja, así le decíamos a la casa
materna, mi mamá derramó lágrimas de emoción, me revisó de pies
a cabeza y dijo: “ya creciste, hablas de otra manera y hueles bonito,
gracias a Dios que llegaste con bien”.
Dos días después de estar platicándole a mi mamá la vida de un
estudiante en un internado, empecé a recibir visitas de familiares
cercanos, mi abuela materna era la más entusiasmada, se sentía
contenta con mi presencia, su alegría se notaba en su cara, en el
momento de hablar sentía mucho gozo en su corazón; todos los días
antes de levantarme de la cama, me tamborileaba el estómago y
lanzaba la pregunta: —¿No te duele nada?, le contestaba, —no abuela,
¿por qué?, porque mañana temprano te voy a purgar con aceite de
ricino y jugo de naranja, no sea la cosa que te vayas a enfermar; y
dicho y hecho, al otro día me purgó; dicho de refilón, jamás sufrí de
un dolor de estómago.
Pasada la bienvenida que me dio la abuela Teresa Gutiérrez, por las
tardes empecé a salir a la cancha de básquetbol que está en el centro
de Copala, donde se reunían los demás estudiantes.
Por ser mis primeras vacaciones, después de la cascarita que nos
echábamos, me concretaba a escuchar sus experiencias en el estudio,
sus planes para el futuro y la fecha de regreso a sus respectivas escuelas.
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