Page 150 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Así pues, hay para todos los gustos y preferencias de conducta en el trayecto
            hacia la adultez.


            Abunda  en  citas  históricas  breves  y  hermosas  composiciones  literarias;
            preceptos  valiosos  que  incluso  a  los  adultos  nos  harán  repasar  algunas
            ideas  que  se  habían  borrado  de  nuestra  memoria,  extraviadas  en  la
            cotidianeidad del existir, sin pensar en el buen vivir.


            Entre muchas historias cuyo objetivo es normar el criterio del adolescente
            hacia  el  manejo  y  poder  adquisitivo  y  socioafectivo  del  dinero  bien
            habido, e invertido con inteligencia y prudencia, para multiplicarlo y así
            no  carecer nunca, al menos  de lo necesario, para vivir  sosegadamente,
            sin grandes apuros económicos, les narra dos experiencias documentadas
            históricamente en Estados Unidos.


            La  de  la  familia  Vanderbilt  y  la  de  Benjamín  Franklin.  Respecto  de  la
            primera, cuenta que el primer ComelioVanderbilt, iniciador del emporio
            aún existente que lleva su apellido, a los dieciséis años, con sus ahorros
            sistemáticos  compró  un  bote  de  remos  pequeño,  y  en  él  remando
            personalmente, conducía a pasajeros desde Nueva York a la isla Staten, que
            está en aquella bahía. Dos años después ya tenía tres botes de su propiedad,
            pero quiso comprar más, para lo cual fue a solicitar un préstamo a su
            amigo Jacob Baker, para entonces cajero del Bank de Nueva York, quien
            después de escucharlo, le preguntó sobre si bebía aguardiente, aquel le dijo
            que sí, de vez en cuando, con la familia. Baker le respondió que eso era
            malo, procura no beber ni una copa durante un año y regresa a verme.


            Al año siguiente regresó Valderbilt y sincero le dijo a Baker que se había
            abstenido durante todo ese año sin beber ni un trago.

               —Está bien, dijo aquel. Pero antes, quiero saber si juegas —añadió.


               —Alguna vez, respondió el otro. Para entretenerme —precisó.


               —Pues prestarle dinero a alguien que juega es muy expuesto así que
                  vete y si en un año no juegas para nada, regresa a verme —sentenció.



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