Page 155 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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¡No te conozco Orozco!




               Leyendo y releyendo en estos pocos días átonos, pero necesarios para
            recargar baterías, hice contacto con un libro de esos gordos de pasta dura,
            incómodo para leer por su peso y volumen, por lo que hasta ahora me
            había servido eventualmente como libro de consulta, pues su contenido
            temático es muy valioso; se titula Juegos de palabras. Ludolingüística. Fue escrito
            y editado en España, y sus autores son dos connotados lingüistas de aquel
            país, José Luis Gárfer y Concha Fernández, quienes desde el inicio aclaran
            que  el  término  ludolingüística  fueron  ellos  quienes  lo  acuñaron  desde
            1991, para significar todo material literario de carácter lúdico aplicado en
            el proceso de enseñanza-aprendizaje de nuestra lengua española, tanto en
            el plano oral como en el escrito, aunque es válido para los mismos fines,
            tratándose de cualquier lengua o idioma.


            Basan su teoría en que el ser humano es, por naturaleza, un Homo-ludens,
            pues desde su llegada al mundo comienza a jugar con las palabras. Lo
            explican sucintamente de esta manera: “Nacemos con un grito, originado
            por el paso del aire al aparato fonador. Durante el primer mes diversificamos
            ese grito en: gritos-llanto, gritos-alegría, gritos-sor-presa, etc., de los dos
            a los ocho meses, aproximadamente, se inician los juegos prelingüísticos
            de balbuceo, lalación, ecolalia y entonación y, desde los nueve meses en
            promedio, aparecen, en tímido rodaje, nuestras primeras palabras...”.


            Las que hemos sido mamás podemos confirmar estas etapas en nuestros
            cachorros; aunque el primer mes nos volvemos locas tratando de adivinar
            el porqué de sus gritos, en breve tiempo después ya somos expertas en
            traducir qué tipo de llanto emiten, bien sea por el tono, la frecuencia en la
            respiración, el movimiento corporal... ¿No es cierto?


            Otro día les platicaré algo más sobre este tema de la lingüística, pero ahora
            permítanme compartirles una grata experiencia.









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