Page 151 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Al año siguiente, puntual regresó Valderbilt y ahora la cantaleta fue con los
            cigarros. Al responder que sí fumaba, aunque de vez en cuando, se produjo
            la misma respuesta que las veces anteriores. Al finalizar aquel plazo, el
            joven Vanderbilt fue a ver a mister Baker y le dijo: vengo a darle las gracias
            por sus consejos, porque con el ahorro que he hecho en estos tres años, ya
            no necesito hacerle el préstamo, pues reuní dinero suficiente para comprar
            dos chalupas y una goleta.

            De ahí en adelante, este personaje no paró de invertir y logró tener el
            capital más grande de su época, el cual sus herederos han ido multiplicando
            puntualmente.

            El ejemplo que suscita más reflexión por tratarse de un personaje histórico
            de aquel país del Norte es el de Benjamín Franklin, quien sin ser un gran
            capitalista, al morir hizo dos singulares legados a dos ciudades; a Boston,
            lugar donde nació, y a Filadelfia, donde vivió la mayor parte de su vida.

            Les  dejó  debidamente  escriturados  5  mil  dólares  a  cada  una,  con  la
            consigna de que cada uno de estos legados habría de invertirse durante
            cien años al interés compuesto del 5 por ciento. Cuando concluyeron los
            primeros cien años, en 1890, cada una de estas ciudades había producido
            $655,000  dólares  en  efectivo,  por  lo  que  sus  autoridades  decidieron
            invertir $600,000 en mejoras de las ciudades respectivas, y reinvirtieron los
            otros $55,000 al mismo ritmo que los primeros. A los otros cien años, que fueron
            en  1990,  cada  ciudad  contabilizó  $20,305,000  dólares,  fruto  de  aquel
            pequeño legado que les hiciera un gran hombre de Estado, y ciudadano
            ejemplar, que fue Benjamín Franklin.

            Aclara el autor que acumular dinero, tan sólo con el propósito de saber
            que se tiene se llama avaricia, y quien así obra es culpable del delito de
            mutilación o de secuestro, pues el dinero no se ha hecho para una sola
            persona, sino para el intercambio de bienes; esto es, para invertir en la
            industria y el comercio, que son los medios que permiten la generación
            de empleos y el crecimiento de la economía doméstica, que propicia el
            bienestar social.

            Yo no soy economista ni mucho menos ahorrativa, pero tal vez algunos
            jóvenes lectores de este librito podrían inspirarse al respecto.

            Y aún hay más cosas positivas que rescatar de esta pequeña obra literaria,
            se las recomiendo.


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