Page 167 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Por ejemplo, ese enunciado muy comentado últimamente, pronunciado
por nuestro recién estrenado presidente de la República, en Yucatán se
usó en forma cotidiana hace más de cincuenta años y, como todo dicho
popular, era más por la cadencia de la rima que por la intencionalidad
del hecho. Desde luego significaba una aceptación tácita, aunque no
precisamente jactanciosa. Es más, tenía una variante muy yucateca; aquí
decíamos también: ¡Me canso bech!
He aquí un ejemplo muy femenino:
Si en una plática de viejas amigas contemporáneas se está rememorando a
un personaje masculino de su lejana juventud, que tal vez hubiera podido
llegar a ser compañero de vida de alguna de ellas, se le resta nostalgia a
este hecho, con comentarios emitidos en este tono afectivo:
A) El otro día vi a Fulano saliendo de misa. ¿Se acuerdan qué guapetón
era de joven?
B) Se parecía a Tarzán, bueno, a Johny Weismüller.
A) ¡Uaaay!, pero ahorita está todo “dzudz” (flaco, esmirriado). K’echuso
(cojo, jorobado, tembe-leque) y además “c’olis” (calvo).
Alguien me dijo que también está quedando “D’zorópilas”
(olvidadizo, senil, medio loquito).
B) ¡Pobre hombre!
C) Dirigiéndose a A) ¡Jáa! ¡Ahorita lo ves así, pero en aquellos años, si te
hubiera pedido que te casaras con él bien que lo hubieras aceptado!
A) ¡Me canso bech! ¡Si estaba senjad’zud’z! (muy guapo).
Como verán, aquí además de ganso usábamos un ave más de tierra y
común en nuestras milpas y sembradíos así que ¡Calmantes montes,
pájaros cantantes! Empecemos a preocuparnos cuando el señor cometa
una falta de ortografía hablada, como dijo en broma una maestra amiga
mía, refiriéndose a aquel otro mandatario que un día mostró el cobre
cuando dijo: “No importa que haiga sido quien haiga sido”.
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