Page 70 - Colección Rosita
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Melania y Bertín respiraron agitadas, estuvieron a un tris de ser machacadas
y si Isla no hubiera detenido a ese niño que venía como ráfaga, ¡quién sabe
qué habría sido de ellas!
Isla puso su pequeña manita en el suelo, subieron veloces, ahí estarían
protegidas, ¡era verdad lo dicho por Umay!, había peligros por todas partes.
Por primera vez, desde que escaparon en la gota de lágrima, Melania tenía
ganas de regresar a su colonia Hormigosa del Sol, en la comunidad de
hormigas.
El niño mostró sus dientes, sin dejar de reír.
—¡No te burles!, dijo con valentía Isla, —ellas son mis amigas y las voy
a defender.
—¡Déjame tocarlas!, ¡ándale!, ¿sí?, pidió el niño con una chispa traviesa
en sus ojos, —¿también pueden ser mis amigas?
La inocencia de Isla no abrigó duda alguna sobre las intenciones del niño
y depositó a sus amigas en las manos llenas de lodo de Romy.
—¡Qué sucias!, dijo Isla, haciendo un gesto de repulsión, —¿no te ha
dicho tu mamá cómo te debes lavar las manos?
—¡Bah! Llegando a casa me las lavo, dijo el niño, mirando con curiosidad
a Melania y a Bertín, —¿qué pasará si las aplastó un poquito?
—¡Nooo!, gritó fuerte Melania, picando con todas sus fuerzas al malvado
niño, que trituró a Bertín, —¡aplica tu magia, aplica tu magia!
El atolondrado Bertín, no atinaba a hacer lo que su amiga le decía; se
sentía a punto del desmayo, una lucecita en su cerebro lo alertó ¡y frotando
sus patitas, logró recuperarse!
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