Page 67 - Colección Rosita
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—Tengo  hambre,  dijo  Melania,  ¡híjole,  ya  tenemos  mucho tiempo
                  fuera y no me he enfermado!


               —No tienes porqué, dijo Bertín —Ónix, en una de sus interesantes
                  charlas, nos contó que el aire inhalado en el mar es puro, gratificante
                  y limpia los pulmones, por lo tanto, te ayuda a respirar mejor.


               —¿Es neta?, dijo Melania, —¡con razón me siento tan bien! Me debería
                  de quedar a vivir aquí para siempre.


               —Naaa, dijo Umay, —es bonito, pero hay peligros, ahorita es medio
                  día y los humanos se van a comer, ¡ya las quiero ver mañana!


               —¡Tú vives bien aquí!, dijo intrigada Melania, —¿por qué dices eso?


               —¡Bah!, no me hagas caso, dijo Umay, —lo mejor es que regresen a su
                  hogar.

            Melania agachó la redonda cabeza, no quería irse, ya no se sentía enferma
            y en la comunidad, tenía  la  obligación de  guardar  cuarentena,  ¡no le
            agradaba nadita!


            “¡Quédate en casa!, ¡quédate en casa!, ¡quédate en casa! Lo mismo todos
            los días. No, no le hacía ninguna gracia.


            Ya encontraría la forma de quedarse en el mundo humano para siempre.


               —¿Tu qué opinas Bertín?, preguntó, abriendo desmesuradamente los
                  redondos ojos saltones, —¿quieres volver a la rutina?


               —Pues, ¡no sé!, dijo Bertín, cabizbajo, —allá soy el mago Bertín, el que
                  aparece y desaparece todo a su antojo y aquí…, ¿qué soy?








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