Page 65 - Colección Rosita
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—¿Ah sí?, levantó una ceja Umay, incrédulo, —a ver, aparece a mi
                  amiga Meche, la tortuga más lenta del condado.


            Bertín cerró los ojos, dudando en poder aplicar sus poderes en alta mar,
            pero  recordó  lo  dicho un día  por  el  viejo  Ónix,  si lo  crees,  sucede.  Se
            concentró cerrando los ojos y chasqueando los pies delanteros al mismo
            tiempo que los traseros lanzando chispas multicolores, ¡apareció Meche!


               —¡Ora, ora!, ¿qué hago aquí!, si yo me dirigía a mi casita en la playa
                  de Orecer, allá están mis hermanitas, dijo, dando vueltas entre las
                  olas con desesperante parsimonia. —¡Órale, mi amigo Umay, y ese
                  milagro que te dejas vicentiar!


            ¡Umay, con los ojos cuadrados, no lo podía creer, en verdad Bertín era un
            mago, y muy bueno por cierto!


               —¿Nos dejas subir a tu caparazón? —dijo Melania, poniendo los ojos
                  saltones a medio morir, —ándale, sólo unos minutitos, no te vamos a
                  picar, es una promesa.


               —Mmm, mmm, ¿por eso me trajeron? ¡No!, si lo dicho, el interés tiene
                  pies, ya les vi sus seis patitas, jojojojo. ¡Vamos pues, suban!


            Melania y Bertín subieron al caparazón. Meche se acercó para evitar que
            cayeran al agua. Umay, tomó en una de sus tenazas, la barca de las dos
            hormigas.


            ¡Fue toda una aventura! ¡Meche hacía piruetas, dando vueltas completas!
            ¡El agua las empapaba y casi las hacía resbalar!


               —Jujuy,  jujuy,  jojojojo,  reía  sin  cesar  jubilosa  Meche,  —¡agárrense
                  fuerte, ahí viene una ola gigante!








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