Page 27 - Los objetos del poder
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seguían sonriendo, Barto  dijo en voz alta  lo que escribió: –el  asaltante
            lampiño que está frente a mí, verá un alacrán ponzoñoso, que caminará
            directo hacia él, picándolo y arrebatándole hasta el último soplo de aire
            en pocos minutos. Las letras azules se desvanecieron y de inmediato el
            ratero vio al malévolo animal, que caminaba en dirección hacia él, como se
            encontraba amarrado no podía hacer nada para defenderse, gritó a Barto
            por ayuda, pero no obtuvo ninguna respuesta, hasta que el alacrán subió
            en su pie y lo picó, inyectándole su mortal veneno, el asaltante comenzó a
            sentirse mal, echó espuma por la boca mientras empezaba a temblar, como
            si se convulsionara o le estuviera dando un ataque, sus ojos se pusieron
            en blanco, para posteriormente quedar inmóvil, se desvaneció al dejar de
            respirar en un minúsculo instante.

            Al otro maleante muy asustado por lo que presenció le cambió completamente
            el semblante, se borró su risa simplona y se notó en su rostro el miedo y
            el temor, Barto le dijo: –con esto he cumplido mi obligación anual, revelé
            el secreto y di muestra de que es real, pero no puedo perdonar la vida de
            alguien que sólo se dedica a hacer el mal a los demás; el libro con su gran
            poder ordenó a un insecto que tomara una vida, tú no eres digno de morir
            bajo mi espada, te dejaré aquí atado, los animales cazadores te matarán en
            poco tiempo, ya sean lobos u osos, después de que apague mi fuego y me
            marche, ellos vendrán pronto por el olor de mi jabalí, son hábiles y no sufrirás,
            atacarán tu cuello y pocos segundos después tu existencia habrá terminado.
            Este pequeño lapso de tiempo, espero te sea suficiente para arrepentirte y
            poder ir con Dios, apagando su fogata, Barto se retiró del lugar.


            Durante el transcurso de ese año Barto tuvo mucha comunicación con su
            familia y amigos, constantemente escribía cartas y las mandaba con Luna,
            esperaba en ese lugar hasta el regreso de su águila y entonces emprendía
            nuevamente su camino sin algún rumbo fijo.


            Tanto su familia como amigos le contaban a Barto las mejoras de su gran
            aldea, que ya muchos llamaban ciudad, él fingía asombro y curiosidad por
            todo lo que le contaban, pero en realidad esas mismas cosas él ya las sabía,
            personalmente se encargaba de mejorar la aldea con el libro sin que nadie
            tuviera idea de ello.


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