Page 89 - Los objetos del poder
P. 89

Murta) no sería sólo una simple educadora y formadora de personas, sino
            una mujer que engendraría príncipes legítimos de Barto.


            Con el pretexto de dialogar sobre sus hijos, Gabriela citó al rey en un lago
            cristalino, le dijo que fuera solo, porque era información importante que
            él debería saber antes que nadie, ni siquiera las madres de los actuales
            príncipes y princesas sabían aún de  qué  trataba  el  tema.  Eso sin  duda
            alguna intrigó al emperador, líder supremo de la gran alianza de pueblos,
            ciudades y reinos. Entonces acudió a la cita, y al llegar al lugar pactado,
            pudo observar a Gabriela a la distancia, al acercarse aún más, vio que ella
            estaba totalmente desnuda entrando al lago.


            Gabriela ya tenía todo calculado, estaba en sus días más fértiles, sólo debía
            seducir a Barto para seguir adelante en sus planes, salió totalmente mojada
            e intentó seducir al rey, pero el emperador juró lealtad y fidelidad a sus
            siete  hermosas  mujeres,  no  flaquearía,  ni  rompería  esa  gran  promesa,
            Barto detuvo a Gabriela, no se deshonraría a él mismo. Por más que la
            maestra quiso abrazar y besar al emperador estando totalmente desnuda
            junto a él, éste nunca accedió, ella intentó adentrarlo al lago y ahí llevar a
            cabo el acto de amor para engendrar un nuevo ser, hasta que Barto frenó
            de tajo a Gabriela, la detuvo con sus manos y se escuchó fuerte y claro el
            grito de ¡Basta! Claramente Barto acababa de despreciar a Gabriela, cosa
            que ella jamás pensó que pudiera llegar a suceder. El emperador le ordenó
            vestirse, y después de citarla en el palacio horas más tarde, se retiró del
            lugar, dejando a la maestra atrás y sola.


            Ella tuvo una tormenta de emociones, desde tristeza hasta coraje, de la furia
            al llanto y la melancolía, había sido despreciada por un hombre; hasta llegó
            a sentir deshonra por ella misma, nunca imaginó ni tuvo contemplado en
            sus pensamientos que Barto no quisiera tomarla, lo que desde cierto punto
            de vista la situaba en una posición de ingenuidad.


            Cuando llegó la hora de la cita, Gabriela estaba muy nerviosa, no sabía si
            existiría un fuerte castigo por su acción, o cuál sería la reacción del máximo
            líder de la gran alianza, cuando llegó Barto, ella sintió un gran escalofrío,
            tuvo miedo y se le heló la sangre. Barto inició la charla, comentándole


                                                                                 87
   84   85   86   87   88   89   90   91   92   93   94