Page 87 - Los objetos del poder
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perderá  esa  contienda,  no  puede  enfrentar  a  un  espíritu  antiguo,
                  aunque tenga su objeto de poder y un ejército vasto y grande. Sólo
                  estoy esperando el momento en que decida atacar para darle una
                  lección.

            Pílaf ya con recuerdos de  su otra  vida pronunció –es verdad,  éramos
            amigos, yo te consideraba mi aliado, y aunque tú me viste siempre como
            una mortal, pasamos buenos momentos juntos, debo detener a Barto de
            inmediato.


            No, no lo hagas –contestó el antiguo ser, cada quien debe seguir un destino,
            tú lo seguiste antes y lo sigues ahora, sé muy bien que no entrarás a la
            guerra en mi contra y tú también lo sabes a la perfección.

            Pero porqué no son camaradas tú y Barto, –preguntó el monarca, yo no
            soy amigo de los mortales, pero puedo llegar a tener muy buena relación
            con ellos, si así se lo proponen –aludió Aldebarán, Barto lo ha visto desde
            otro punto de vista, desea más y más de lo que ya tiene, y al no darle las
            respuestas que anhela, me empezó a ver como el enemigo, como un rival,
            ni siquiera notó que ya le di la respuesta a la pregunta que tanto desea,
            saber dónde están los otros espíritus milenarios, se cegó por egoísmo, ira y
            coraje, no prestó atención a los detalles.


            Pílaf y Aldebarán continuaron relacionándose casi a diario en Arabasta,
            mientras que en Magna un grandioso general se había erguido, ganando
            la confianza del rey, era el líder de una gran cuadrilla de soldados, todos
            los batallones lo respetaban, porque demostraba grandiosas habilidades
            en combate simulado, en estrategias de victoria y en toma de decisiones;
            todo esto en simulacros porque no había aún una guerra real, el nombre
            de este gran personaje era René,  su  estatura  era  menor al promedio,
            aproximadamente 1.55 metros, de músculos marcados pero no voluptuosos
            ni abruptos, con gran inteligencia y capacidad, su lema: “dame soluciones,
            no problemas”. Esto quería decir a cada subordinado, que buscaran la
            forma de resolver el problema cuando él estaba sumamente ocupado, y
            que no lo presionaran con más decisiones extras a las que en ese momento
            estaba tomando, sus soldados ya sabían que, si constantemente daban más


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