Page 31 - Afuera en lo profundo
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Inhalo. ¡Ahora verá de quién está enamorada! Exhalo, siempre me
ve, ¿o no?, inhalo. No debo de ser egoísta, exhalo. La aviento sobre
la cama, inhalo. ¿Acaso dudé?, exhalo.
Al final, me quedaría en la cama, pero ver que Áurea se ha animado,
me revive, no se trata de mí. Le pongo la falda azul marino que le
resalta las caderas y ella se deja hacer. Chance es una recompensa
que me da o chance se debe a su buen humor, yo mismo planché la
falda una de esas mañanas en las que hubiera preferido pedirle que
no fuera a trabajar, que se quedara conmigo. La deseaba toda para
mí. ¡Qué egoísta!, inhalo. No debo de robarle el aire, exhalo. Aunque
si fuera por mí, me mantendría más pegado a ella.
Le ajusto los tacones después de darle un beso en los pies. Esto, en
otras épocas, era dominio o sumisión, depende de dónde se mire.
Yo lo hago para ayudarle y para que no se demore más. Ella lo sabe,
si no, no me lo hubiera permitido, ¿verdad que me quiere?
—Ahora sí voy retrasada, –asegura, pero no hace nada para
apresurarme. Vuelvo a besarle los pies, por encima de los
tacones igual de azules que la falda. Se los besaría noche y
día, pero dice que no le gustan y yo no sé porqué. Son sólo
pies; le permiten ir a la oficina de la fundación, dar clases en
la universidad, organizar congresos, ofrecer conferencias,
dirigir talleres, atender a los discriminados, regresar a casa.
Intento decir que los pies de Áurea son más que pies, y yo, el
más afortunado de estar en su vida. Nunca me ha molestado
con que la acompañe a ese tipo de cosas que le aburren y le
molestan. No quiere torturarme de esa manera. Te aburrirías
al doble, recuerdo que dijo una vez. Ella es tan comprensiva…
—Ojalá tuviera cualquier excusa para no aparecerme en la
premiación, –dice intentando contener un bostezo.
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