Page 26 - Afuera en lo profundo
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atraviesa el cuerpo, unas como sombras que le brotan de la mente.
¿Por qué entre más se acerca a su admirado educador, se descubre
más lejos de él? No lo comprende, sólo atina a devolver, en prueba
de arrepentimiento, el sello que había tomado del escritorio de su
profesor. Pero éste ya ha salido del aula dejando tras él una estela
de viento helado. El chico se observa las marcas del sello. ¿Qué hice
mal?, se pregunta y vuelve a preguntarse, hasta que la inquietud
se funde con una melodía, la que suele tararearle alguien a quien
quiere mucho.
Abre los ojos y ve a su madre. Ella, sentada en la orilla de la cama, le
pregunta con preocupación porqué estuvo hablando en sueños, qué
había soñado.
—Estás temblando –observa la mamá, al tiempo que le toca la
frente para averiguar si tiene fiebre, luego intenta mirarlo
a los ojos. —¿Te sientes mal?, –y mientras la madre insiste
en enterarse de esto y aquello, de leer la mirada de su hijo,
Lalo piensa: a lo mejor, si hubiera seguido soñando, hubiese
alcanzado a Jesús.
—No pasa nada. Nada debe perturbar esta fecha tan importante
–advierte ella y de inmediato exclama: —¡Felicidades, mi
niño!, —pero Lalo no reacciona. ¿Qué pasa?, ¿no recuerdas?,
–la madre habla con angustia y dulzura. Es tu cumpleaños.
¡Cuánta suerte tienes de que haya caído en suspensión de
clases!, –se inclina para abrazarlo. Él la esquiva, preferiría
estar en la escuela, sentado en su pupitre, escuchando a su
maestro hablar de todo, de nada, de la vida. Para ella, Lalo
todavía está en la modorra. —Hijo mío, hoy cumples 13 años,
una edad muy especial, un nuevo paso para ti. A mí no se me
olvida. Te tengo un regalo, –le muestra una caja de teléfono
celular, sin envoltura, sin moño. Sin curiosidad por el presente
que le ofrece su mamá, Lalo permanece con la mirada distante.
¡Vamos, ábrelo!, tendrás todo el día para configurarlo y bajar
aplicaciones. Así podrás estar más conectado con tus amigos y
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