Page 37 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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pellizco, de morderme la lengua para contenerme, pero, ¡no podía!,
            sentía que me doblaba para aguantar la risa. Otros se unieron a mí,
            comprobado, la risa se contagia, y empezaron a carcajearse. Creo
            que hasta giré en el suelo haciendo el movimiento de las manecillas
            del reloj de la risa que sentía y eso provocaba más risa entre todos y
            parecía que no terminaría, me dolió el estómago.

            En la tarde fui al cine con mis amigos y aunque era una película
            de comedia romántica, vino un ataque de risa cuando Ulises, mi
            amigo, no vio un escalón y se cayó, sólo vi que volaron las palomitas
            literalmente y se escuchó un ¡uuaaaaaa!; casi e inmediato me reí
            como loco. Los clientes del cine se rieron al principio, pero luego
            empezaron a pedir que me callara. Me hicieron —shhhh, estamos
            en el cine. —Sí, ya lo sé, y vinieron las vocales: ja, ja, ja, je, je, je, ji,
            ji, ji, jo, jo, jo y ju, ju, ju, también lloré de la risa.


            Y volvió a suceder, otra vez, abrí los ojos y no sabía porqué estaba
            tirado en medio del suelo de la sala del cine, detuvieron la película
            por  mi causa, porque alguien  empezó  a  gritar:  —¡Se  desmayó,
            se desmayó!, ¡llamen al 911!, uno de los paramédicos puso una
            solución junto a mi nariz y regresé a la realidad, me dijo lo que pasó:
            experimenté pérdida de conciencia, pérdida de tono muscular y
            palidez en el rostro, probablemente sentí que los ruidos alrededor
            se van desvaneciendo en el fondo, simplemente me desmayé de
            tanta risa, dijo que era un síndrome muy raro que se llama “Sincope
            de risa”, o sea, un desmayo por risa; que era algo inusual que tenía
            que ver con las funciones del cerebro y algo de mi bioquímica. La
            verdad no entendí, la palabra me dio risa.


            Al final del día estaba cansado, había reído, como todos los días
            de todo, por todo y de todos. Me dolía la cabeza y el estómago del
            esfuerzo, pero estoy seguro de que caería rendido a dormir como
            un tronco.







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