Page 39 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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Mi último trago



               Hola, soy Miranda y soy alcohólica. Yo inicié a tomar cuando
            tenía 15 años, lo que pasó con el vino fue una sensación nueva y
            maravillosa. Al paso del tiempo me doy cuenta de que no puedo
            definir con claridad sobre las razones por las que tomaba: porque
            creía que mi papá no me quería, porque pensé que así podía tener
            amigos, porque pensé que me hacía sentir relajada y tranquila, una
            copa, dos. No, nunca, tenía que llegar a sentir el alcohol correr en mi
            sangre para sentir el calor, para turbar mis sentidos.

            Nunca fui a un antro con la intención de bailar o conocer personas,
            mi único fin, era ir a tomar. El asunto era tomar una copa tras copa
            hasta que se acabara el vino. Tuve muchos amigos que sólo se
            juntaban conmigo porque yo tenía recursos para pagar las botellas
            en los antros, y como necesitaba compañía, todos eran bienvenidos
            a mi reservación. Muy pronto estaba borracha, perdida.

            Busqué todo lo que me sirviera para estar alcoholizada, tenía amigos
            que les gustaban las fiestas rave, las after, la música tecno. Compartí
            casa con alguien alcohólico y casi todos mis amigos eran alcohólicos.
            Buscaba amigos más jóvenes que yo, que tenían más pila que yo
            para que me dieran batalla. También dejé en el olvido a todas mis
            amistades que no tomaban. ¿Botellas medio llenas?, ¡eso nunca!,
            una botella de vino siempre debe quedar vacía, inicié tomando fino,
            robando las botellas de la casa, del propio bar de mi padre, bebiendo
            diario, durante horas.

            No puedo saber cuántas veces puse en riesgo mi vida por tomar, lo
            que sí recuerdo, fue una vez que saliendo de una fiesta, iba a viajar
            casi 70 kilómetros para ir de Guanajuato a Salamanca. Un amigo me
            llevó al taxi, yo me subí, estaba ebria, era de madrugada y así sin
            más, partí. Cuando pasó un tiempo y yo sentía que no llegaba aún
            a mi destino, sentí extrañeza y empecé a poner atención afuera, al
            camino; no era el camino, entonces le pregunté al taxista que dónde




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