Page 44 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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yo a la cita con la terapeuta a las 10 de la mañana, contesté que sí,
faltaban 14 minutos.
Tomé las llaves de un carro, salí y vi un convertible negro, pensé que
me había equivocado y regresé a la casa, pero como en la ocasión
anterior…, esa ya no era mi casa; caminé a la puerta y volví a entrar.
Lo primero que busqué, fue una fotografía y había una en un librero.
Ahí estaba yo, rodeado de alumnos, como si fuera el maestro de
una clase de la secundaria Mariano Gutten, turno vespertino. En esa
casa, ¡yo era maestro y tenía alumnos!, todo era muy desconcertante;
salí casi de inmediato, tomé el carro y me dirigí con la terapeuta.
Igual que la otra vez, ella me hipnotizó. Esta vez estaba parado frente
a otra casa. Caminaba con dificultad porque llevaba un traje muy
pesado, era un traje de bombero. Sentí que me asfixiaba, apenas
entré y me quité todo. Fui al espejo, tenía la cara llena de ceniza y
tizne. Busqué una foto, había una en el comedor, era una foto muy
grande. Y ahí estaba yo, con otros bomberos de la División 12 del
Norte. Me sentí ansioso, y cuando abrí los ojos estaba otra vez en el
consultorio.
—¿Qué me pasa?, ¿quién soy?, ¿dónde está mi familia?, ¿cuál es
mi familia?, ¿de quién son esas casas?
Yo tenía muchas preguntas, pero no había ninguna respuesta. Salí de
ahí, sentí ganas de vomitar.
Me dirigí a la casa, anhelaba que fuera mi casa, la que yo conocía
y que ahí estuviera mi familia, la que yo conocía. Pero esta vez,
tampoco sucedió.
En el mismo lugar en el que esperaba encontrar mi hogar había
otra casa. Los vecinos (a los que no había visto nunca antes), me
saludaron efusivamente. —Hola Mario, felicidades por el ascenso.
No entendía nada, entré a la casa y busqué una fotografía. Había una
detrás de la puerta de la entrada, y ahí estaba yo, inaugurando una
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