Page 47 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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salieron tapándose la boca y saltando por todos lados. En la puerta
me dijeron muchas cosas, que si estaba sucio, que si guardaba basura,
que si eso era insano y enfermizo. No me gustó lo que escuché,
pero me dejaron pensando. Me habría gustado mucho poder decir
porqué vivía como vivía, pero las palabras no salieron de mi boca.
Me quedé pensando…, soy Silvia, y me parece que debo decir que
algo está mal en mí y en la forma cómo estoy viviendo, aún no sé
cómo, pero algo está mal. Recuerdo que cuando cumplí 20 años
me casé. Ese año fue muy difícil para mí, porque murió mi madre,
luego mi padre, luego el bebé de la única vez que pude concebir,
murieron otros conocidos, tres tías y dos primos. Ese año fue de
muchos sepelios, me recuerdo llorando todas las noches. También
descubrí que mi marido no era quien yo imaginaba, él me pegaba
y me hacía sentir muy mal, como si no valiera nada. Al paso de los
años creo que descubrí que así era, no valía nada.
Dejé de salir a cualquier parte, me pasaba los días y las noches en
una cama sentada, lloraba, me acostaba, lloraba y seguía llorando.
Se hizo un vació muy grande en mis ojos, en mi cuerpo, en mis
brazos y en mi casa. Pronto me sentí muy pequeña en aquel cuarto.
Después, no sé cómo sentí que cada objeto que había allí era una
buena compañía: los colores le dieron un poco de alegría a mis ojos
y luego sentí la necesidad de ver más colores. Como pude, conseguí
más platos y vi cómo empezaron a acumularse sobre la mesa, el
fregadero, el trastero, en todos lados había platos, de muchos
colores, tamaños y formas, con figuras distintas, de plástico, cristal,
madera, era como una armoniosa colección para mis ojos. Sentí
que eso ya no era suficiente, empecé a traer tazas y luego vinieron
cazuelas, latas, alimentos, servilletas, papel, periódicos, revistas, de
todo, había muchas cosas. Los montones se hicieron montañas y de
repente, no sé cuándo, dejé de notar dónde empezaba algo y dónde
seguía otra cosa. Un día ya no vi más la mesa, mi cama o el sillón
de la sala. Mi esposo no me decía nada de nada, sólo me empujaba,
siempre estaba de mal humor y yo, seguí llevando cosas.
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