Page 51 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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pidiendo cama, tratando de recordar si ese día había comido o
desayunado. Como me sentía fuerte, dejé de preocuparme, pensé
que tendría que tomar vitaminas por aquellas veces que no comía,
pero muchas veces se me olvidaba tomar las vitaminas, simplemente
las olvidaba.
El olvido empezó a formar parte de mi vida casi sin que yo me diera
cuenta. Un día no supe dónde había dejado mi carro, otro día me fui
a trabajar sin un solo peso, otro día olvidé apagar la plancha y pagar
la luz. Y muchas veces olvidaba los nombres de las personas con las
que cotidianamente me relacionaba, pasaban cosas como esas con
mucha frecuencia.
Pero yo estaba enfocada a mi trabajo, en hacer lo mejor, en ser la
persona más confiable de la dirección, en ganar el respeto de los
jefes y compañeros con el sudor de mi trabajo, esa era yo, nunca
entendí a costa de qué.
Un día, simplemente no podía levantarme, sentía un gran agobio,
deseaba mantener los ojos cerrados, era como cerrar las ventanas
para que el cerebro descansara, era como poner en cámara lenta los
pensamientos, como poner orden. Me imaginé limpiando con un
trapeador la prisa, sacudiendo las tensiones y trayendo las ideas de
una forma muy lenta. Sentí que empezaba a tomar el control de las
cosas sencillas, de lo que uno agarra todos los días como la pasta de
dientes, las llaves de la casa, mi bolsa, esa sensación me gustó.
Como me sentí muy preocupada por esa sensación, he tenido que ir
al médico. Lo que me dijo fue muy impactante para mí, creo que él
facilitó el camino para que yo pudiera hablar de mí.
Entendí que no es que tuviera problemas de memoria o que
estuviera desmemoriada, porque podía recordar muchas cosas
con la agenda, sin la agenda y a pesar de la agenda. Tenía muchos
recuerdos intactos. Era posible que tuviera algo que los expertos le
dicen Síndrome de la vida ocupada, de repente pensé que eso no
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