Page 55 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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Por eso lo he seguido, y he sido capaz de contratar personas para
            que lo espíen. Por eso me escondo en la casa para ver qué es lo que
            hace y he puesto cámaras, le he bloqueado páginas de internet para
            que no tenga acceso a pornografía y no hago fiestas para que no se
            relacione con ninguna mujer, ni siquiera con sus hermanas.


            Creo que lo que derramó la gota de agua y me asusté sobre la
            forma cómo me relaciono con Gustavo, fue aquel día en el que lo
            dejé encerrado bajo llave en la casa con tal de que no fuera con sus
            amigos a una fiesta. Yo no podía tolerar que lo hiciera, sé que quería
            ir, pero yo no podía aceptar que lo hiciera. Tan sólo de imaginarme
            a aquellas mujeres tratando de seducirlo, tocando su cabello o
            rozando su pierna, me enloquecía, a tal grado que arrojé las cosas
            de la casa por todos lados, grité, me jalé el cabello y le grité muchas
            cosas desagradables.


            Pero ese día fue tan intenso el sentimiento de celos que, después de
            arrojar todo, sentí que me caí al suelo. Ahí me quedé desmayada por
            un rato y luego él tuvo que llamar al servicio de emergencias para
            que vinieran por mí. Recuerdo que gritaba todavía como loca. —Por
            favor no te salgas de la casa, quédate ahí, cierra la puerta, no vayas
            a ningún lado. Incluso en el camino sentía que él podía salirse a su
            fiesta, era un terrible sentimiento.


            En el hospital han tenido que venir a verme varios especialistas,
            pero lo que más me sorprendió fue que viniera la psiquiatra, ella me
            hizo muchas preguntas y casi de inmediato me solicitó que después
            de salir de ahí tenía que visitarla en el consultorio. La verdad nunca
            he sentido tener un problema que tenga un origen de tipo mental.


            En la primera cita, a la cual Gustavo no quiso acompañarme porque
            sabía que tendría problemas si yo me diera cuenta de que siquiera
            volteaba  a  ver  a  la  doctora.  Ella  me  dijo  de  forma  contundente
            —ve lo que quiere o no quiere ver. Y no sufre por lo que ve, sino
            por lo que imagina. Me hizo saber que cuando le describía las
            otras mujeres en realidad no existían y habían sido producto de




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