Page 59 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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que era mentira de lo que yo decía. Todos me gritaban, ¡es verdad!,
            ¡es mentira!, creo que yo mismo ya ni siquiera sabía qué era verdad
            y qué no. Luego, yo corría gritando mientras tapaba mis oídos y
            buscaba una salida. Fue muy intenso, cuando desperté, estaba
            sudando y mi corazón latía rápidamente.

            Recordé que desde que era pequeño sentía una gran satisfacción al
            decir una mentira, incluso me sentía muy bien cuando las personas
            me creían. Creí que tenía talento como actor, pero fui más allá de eso,
            me gustaba persuadir a las personas, a mis padres, a mi familia, mis
            amigos. Todos pensaban que yo siempre decía la verdad, incluso a mi
            hermano lo regañaron mil veces por mi culpa, mis padres siempre
            me creyeron a mí. Pero con el tiempo las cosas cambiaron, todo
            se hizo como un círculo vicioso y una mentira me fue llevando a
            otra, mentía en la escuela con las tareas, mentía a mis padres cuando
            llegaba tarde, mentía a mis noviecillas de la secundaria, mentía en
            mis trabajos cuando llegaba tarde o no iba, mentía todo el tiempo.


            De alguna manera, creo que yo mismo creía que todo eso era verdad
            o que ante mis ojos todo se iba haciendo verdad. Decir mentiras se
            hizo adictivo, siempre fue la salida más fácil y siempre una mentira
            fue mejor que la otra, era como ser un mentiroso sofisticado. Nunca
            tuve un castigo por decir mentiras, después de todo, no se castiga a
            nadie por ser mentiroso, bueno, a menos que cometas fraude o que
            lo confieses con un sacerdote. De hecho, si no decía mentiras me
            sentía indefenso, mentir era el mejor escudo.


            Casi sólo por curiosidad me dirigí un día a un centro de atención
            y para no perder la costumbre de mentir, les dije que tenía un
            amigo que era muy mentiroso y que no sabía cómo ayudarlo. Ellos
            me explicaron que se les puede diagnosticar como mentirosos
            patológicos o mitómanos a los que también se le dice pseudología
            fantástica, y es un trastorno psicológico y les gusta mucho mentir,
            porque les hace obtener beneficios, admiración y atención. Eso que
            me dijeron era exactamente lo que yo sentía y era lo que me pasaba,
            creo que ahora lo que me pasaba tenía un nombre.




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