Page 67 - Empatizando. Relatos para jóvenes
P. 67
nunca, pero me ganó la curiosidad, me dijo que podía fumarlo,
comerlo, inhalarlo o inyectarlo en mis venas, yo lo inhalé.
Aún recuerdo esa vez, sentí que me jalaron todos los cabellos con
fuerza y muy rápido sentí esa energía impresionante correr por
mis venas; me sudaban las manos y apretaba los dientes, me sentía
eufórico, me dio para arriba, pero luego sentí que me quedaba en
una oscuridad, perdí la noción del tiempo, ese día no dormí para
nada. Cuando tuve conciencia de mí, me sentía muy mal, me dolía
el cuerpo, las articulaciones, la cabeza, tenía mucha sed, estaba
cansado, tirado en el suelo, la boca me sabia a metal, como cuando
chupas una moneda sucia. Habían pasado dos días enteros, no
tenía hambre y sentí que quería volver a inhalar, entonces me puse
ansioso, alterado, inquieto y desesperado.
El cristal es una droga bien fuerte, cuando la tomas por primera
vez ya no te puedes salir, siempre vas a querer; a veces, cuando
regresas de sus efectos te sientes todo tronado y es bien feo tener
esa sensación, por eso quieres más, para no sentirte mal. Y al paso de
los días vienen otras cosas bien gruesas: delirios, asaltos, agresión a
personas y familiares; todo el mundo te cierra las puertas, de todos
lados te corren, te quedas solo, pierdes todo.
Mis camaradas dicen que un día estuve corriendo como loco pidiendo
ayuda, yo no me acuerdo de nada, otro día amanecí desnudo en la
calle, otro día tenía sangre en las manos, pero no sabía porqué, esa
sensación es de lo más horrible.
Perdí mi casa, ya estuve en la cárcel por robar, dejé de comer, empecé
a vivir como indigente, bajé de peso, pedía dinero en la calle y a
veces me daban comida, pero yo quería dinero para comprar algún
solvente, ahora, todo eso ya no tiene importancia.
Todo lo que dijeron que causaban las drogas me pasó a mí: adicción,
psicosis, incluyendo paranoia, alucinaciones, poco control del
cuerpo, pérdida de memoria, comportamiento agresivo o violento,
65

