Page 71 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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incluso de mi propia madre, que por estar teniendo más hijos dejó
de atendernos como lo requeríamos.
El doctor interpretó mi comportamiento como una manera de
intentar que los demás notaran mi presencia y que con sus cuidados
y tratos me hicieran sentir viva, y así era aparentemente, cada vez
que me alimentaban, hablaban o se dirigían hacia mí, yo me sentía
bien, me sentía protegida y amada, me sentía viva.
Al principio, mis enfermedades parecieron formas sutiles de llamar
la atención, pero con el tiempo se fue haciendo crónico, así que
empecé a estar casi todo el tiempo en el hospital y también empecé
a investigar sobre los padecimientos para identificarme con los
síntomas antes de ir al hospital; creo que muy en el fondo sé que
todo eso era mentira, pero de alguna manera de forma consiente
también me la creo que estoy enferma y actúo como tal.
—Enfermera, hola. Me siento muy mal, estoy mareada y me duele
la cabeza, creo que tengo ganas de vomitar.
Alguna vez he puesto en tela de juicio la capacidad de los enfermeros
y médicos cuando me siento descubierta y porque no me atienden
como deben. He discutido con ellos y a veces hasta les han llamado
la atención sus jefes directos.
Otras veces me han catalogado como mal paciente por no colaborar
con los tratamientos para la recuperación, pero creo que es por hacer
el mayor tiempo posible para permanecer en el hospital, después de
todo, nadie me espera en casa.
El psiquiatra me ha dicho que debo buscar una vida propia,
reconciliarme con la familia y que necesito dejar de obsesionarme
por el trato clínico hospitalario. Me hizo saber que si sigo mintiendo
los medicamentos que me suministran podrían generarme otro tipo
de problemas orgánicos o mentales y que, en todo caso, si soy una
persona sana deberé tomar placebos. Sus palabras me confundieron.
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