Page 94 - Empatizando. Relatos para jóvenes
P. 94
peor aún, podría perder la vida en la motocicleta, eso representaría
una pérdida de recursos financieros para nuestra empresa. Pero, sí
queremos decirle que tenga siempre mucho cuidado y si se puede
deshacer de su moto, es mejor andar en camión.
Salí de ahí pensativo, nunca me habían dicho algo parecido. Parece
ser que, sorprendentemente formo parte de un discreto grupo
de gente que sufre la mayoría de los accidentes, eso me hace
desventurado según la dichosa carta astral; en realidad, nunca lo
había reflexionado, pero ahora que lo pienso, hay muchas historias
que me han pasado con los accidentes.
Ya se contaba en la casa que desde que era un bebé, apenas empecé
a rodar, me caía de la cama, que un día me atraganté con un juguete,
que cuando jugaba me metía objetos pequeños en la nariz y en el
oído, y que por esa razón había tenido que ir a parar al hospital
varias veces. De pequeño, siempre tenía chipotes, vendoletes,
curitas, vendajes o de ese violeta de genciana (pintura que mancha)
que se usa para cicatrizar más rápido (por cierto, que es propio para
curar animales como vacas). De hecho, en todas las fotos siempre
hay algo de eso en mí, señales de que algo me había pasado: fuegos
labiales, cortadas, arañazos, de todo.
Me he cortado infinidad de veces, con cuchillos, tijeras, navajas,
vidrios y con papel, con la orilla de papel que deja las heridas finitas
y ardientes. Me he quemado en varias partes de mi cuerpo con
aceite, cerillos, encendedor, con la estufa, las velas y la plancha. Y
hasta me he quemado la lengua con el pozole que sirven en Navidad
en los platos de unicel, ¡hasta me he quedado sin poder disfrutar
el sabor de un alimento por días, de tan quemada que me queda la
lengua!
Me he caído de árboles, de la banqueta, de escaleras, de una fuente.
Recuerdo que una vez me caí de un caballo cuando visité a unos
amigos en un rancho, recuerdo que se me quebró una mano, y se me
rompió un dedo del pie jugando fútbol (creo que le pegué al poste
92

