Page 26 - Entes y apariciones entre nosotros
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Y al poco tiempo aparecían, pero, a pesar de que continuamente
            comentaba a la familia que no les hablaran feo, que les pidieran las
            cosas por favor, nunca logré que los trataran bien, así que siempre
            tenía que interceder para que las cosas aparecieran.


            Algo muy interesante sucedió cuando nació mi primer hijo, ya
            que mis criaturitas se encelaron de la atención que le daba, así
            que, empezaron a hacer cosas malas, le quitaban la mamila, le
            escondían el chupón, incluso una ocasión, encerraron a mi niño
            en la recámara, y para colmo, las llaves se habían quedado adentro.
            Muy preocupada empecé a tratar de convencerlos de que abrieran,
            pero no lo hicieron, así que, por la ansiedad, tuve que romper un
            vidrio de la ventana para poder entrar, no le hicieron nada al bebé,
            pero era muy angustiante que estuviera solito adentro, así que hablé
            con ellos.


            Les dije que era mi hijo, que a él también lo tenían que querer y
            proteger, que me tenían que ayudar a cuidarlo, que no debían de
            tenerle celos, puesto que ellos siempre serían mis amiguitos, que
            nunca los dejaría de apreciar, y les volvía a dejar dulces. Entonces,
            cambiaron su actitud, ya no volví a tener malas experiencias entre
            ellos y mi hijo, aunque la familia nunca me creyó, me decían que
            estaba mal de la cabeza, que ni se comían los dulces, ni se los
            llevaban, que estaban igual, pero yo sabía que no era así.


            El tiempo pasó y nació mi nena, todo transcurría con normalidad,
            hasta que un día, cuando ella tenía como cuatro años, su papá se
            dio cuenta de cosas extrañas, pues vio a la pequeña jugando en
            el patio, en donde no había ningún tipo de desnivel y a pesar de
            eso, claramente se percató cómo la niña aventaba la pelota y ésta
            regresaba botando hasta sus manos, al mismo tiempo que veía cómo
            ella platicaba con amigos imaginarios y reía divertida. Al ver eso,
            la regañó, le decía que no le gustaba que hiciera lo mismo que su
            mamá, que no hablara solita.







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