Page 65 - Entes y apariciones entre nosotros
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Antes de dormir, lo encomendó a toda su corte celestial y continuó
            rogando por él, esperando el milagro de que dejara esos absurdos
            pensamientos. Por la mañana, antes de irse a trabajar, nuevamente
            pasó a despedirse de él, le dio su beso y le dijo que lo amaba, aunque
            Julián no se movió en absoluto, continuaba disfrutando en los brazos
            de Morfeo.


            De  pronto, como  si  un despertador  se hubiera  activado, Julián
            despertó de golpe, la mañana ya estaba transcurriendo, entonces, se
            dispuso a levantarse, tenía un objetivo en mente, y éste, era el día
            indicado. Tomó su dinero, sus llaves y salió de su casa en busca de
            aquello que tanto deseaba, sin saber lo que el destino le deparaba.


            Compró su ansiada tabla y todavía le alcanzó para dos veladoras
            negras, no sabía que con ellas estaba poniéndose en mayor riesgo,
            todas las advertencias lo aclaraban; había suficiente información
            para haber evitado tantas cosas, pero su ferviente deseo hizo que las
            ignorara, es más, antes de salir de la tienda, el vendedor quiso tener
            una breve charla sobre precauciones, pero Julián hizo oídos sordos,
            se dio la vuelta y salió muy contento.

            Nunca advirtió que desde que salió del local, una sombra casi
            imperceptible lo acompañaba, su suerte estaba marcada, el vendedor
            quiso alertarlo, pero su ímpetu pudo más, ni siquiera volteó a
            despedirse, aún cuando escuchaba que lo llamaban.


            En su regreso, el destino quiso darle otra advertencia, por una de
            las calles se cruzó con un viejecito bastante amigable, con el rostro
            lleno de arrugas, pero una gran sonrisa. La presencia de ese señor
            era notable, pues desbordaba bondad en su andar, justo cuando iban
            a cruzarse, el anciano se acercó a él, le tomó el brazo y le dijo:

                —El portal que quieres cruzar es muy peligroso, es mejor que no
                  lo intentes.






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