Page 67 - Entes y apariciones entre nosotros
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La realización del ritual, las veladoras negras y el estar solo, habían
            convergido para abrir un portal muy oscuro. Una fuerza descomunal,
            maligna, estaba por aparecer, ni siquiera se enteró que, en el
            momento en que inició esa ceremonia, la tarde había palidecido.


            Cuando la manita llegó a la palabra Sí, Julián sintió estremecimiento,
            su piel se había erizado desde sus pies hasta su cabeza, pero siguió
            ignorando las señales, se emocionó al grado de dejar de percibir
            el tiempo, veía cómo la manita iba y venía respondiendo sus
            preguntas, además, el horrible ruidito causado por el movimiento
            no lo intimidaba, al contrario, lo alentaba a seguir preguntando.

            Dentro de la información que le fue concedida, supo que su mamá
            iba a llegar antes, por lo que tuvo que detener su aventura y, por
            esconder rápidamente todas las evidencias, no hizo el cierre de la
            sesión, dejando el portal abierto.


            Se fue a su cuarto, se acostó en su cama y tomó un libro, fabricando
            una escena que evitara que su madre lo cuestionara, sin embargo,
            cuando ella entró, sintió su casa helada, con un ambiente sumamente
            raro. Inmediatamente supo que algo pasaba, entró y se dirigió de
            prisa a la recámara de su hijo, lo abrazó, lo besó como si tuviera años
            sin verlo, Julián se extrañó sin decir nada, pero el instinto de madre
            le decía que algo no estaba bien.


            Fueron al comedor a cenar y doña Clara le comentó que algo grave
            le había sucedido a su mejor amiga, quien vivía en una población un
            poco alejada, como a dos horas de camino, por lo que al siguiente día
            quería que la acompañara a verla, situación que rechazó, alegando
            que tenía mucha tarea por realizar y que era preferible que se fuera
            sola.


            Sin más qué hacer, doña Clara salió de su casa temprano, dejando
            nuevamente solo a su hijo, quien ni siquiera se molestó en desayunar,
            puesto que había dejado cosas inconclusas, así, desde temprano,
            sacó la tabla, prendió las veladoras e inició de nuevo.




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