Page 27 - Preludio los días de mi juventud
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La  estructura  escolar  era:  5º  y  6º  de  primaria  como  grupos
            complementarios; 1º, 2º y 3º de secundaria, el total de la matrícula,
            250 alumnos.

            Después de recibir todo lo que le corresponde a cada alumno
            aceptado, a cada alumno regular matriculado, nos asignaron la cama
            y el dormitorio con la consigna de que cada mañana al levantarnos,
            la cama quedara bien tendida, de no  hacerlo  así,  se  nos  bajarían
            dos puntos de los 100 que le daban a cada alumno durante el año
            para conservar buena conducta; además, si alguien bajaba hasta 59,
            perdía la beca y lo expulsaban de la escuela.

            El primer lunes de clases y después de rendirle los honores a
            la bandera nacional, el director de la escuela, profesor Facundo
            Chavoya, nos dio a conocer los reglamentos a los cuales deberíamos
            sujetarnos como alumnos de esa escuela; también nos dio a conocer
            nuestros derechos: asistir a clases, tres alimentos diarios, dormitorios,
            y el servicio de lavado y planchado de ropa gratuito. El prefecto dio
            las instrucciones precisas sobre la entrada y salida a clases, el horario
            para tomar alimentos y las actividades generales de la escuela, que
            consistían en clases académicas, talleres e industrias agropecuarias
            y visitas al campo para cumplir con las enseñanzas contempladas
            en el plan de estudios de la Dirección General de Enseñanza
            Agrícola de la Secretaría de Agricultura y Ganadería del Gobierno
            de la República. Teniendo en mis manos el horario de clases con las
            actividades bien distribuidas, empecé a asistir a mis primeras clases
            en 5  grado de primaria, todo me parecía novedoso, la apicultura, la
                 to
            avicultura, la porcicultura, las industrias agropecuarias en general,
            las caballerizas, el campo sembrado de alfalfa, hortalizas, en fin,
            todo era nuevo para mí.


            Al terminar la primera semana de clases escribí una carta  a mis
            padres,  informándoles  a  grandes  rasgos  los  pormenores  de  mi
            triunfo en el examen de admisión y de ser ahora un alumno becado
            de la Escuela Vocacional de Agricultura de Xocayucan, Tlaxcala.





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