Page 26 - Preludio los días de mi juventud
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de ir al campo a escardar el maíz, cortar alfalfa, acomodar los tubos
            conductores del agua para regar las hortalizas y darle de comer a los
            animales, propiedad de la escuela; al regresar del campo los peritos
            agrícolas y el ingeniero agrónomo encargado del campo y de esta
            actividad, informaron que ese había sido el examen práctico. A las
            seis de la mañana del tercer día, llamaron a todos los aspirantes a
            concentrarse en el patio principal de la escuela, allí recibimos la
            instrucción de pasar a los salones donde aplicarían el examen de
            admisión; también nos informaron que los resultados se darían a
            conocer al otro día a las 10 de la mañana, dijo el maestro aplicador:
            cuentan con dos horas a partir de este momento para contestar y
            entregar su examen, después de encomendarme a Dios, empecé a
            contestar cada una de las 50 preguntas que contenía el examen y lo
            entregué antes de las dos horas.


            Al otro día, eran las 10 de la mañana cuando el prefecto llamó a
            los aspirantes a concentrarse en el patio principal para darnos
            a conocer los resultados del examen de admisión y la lista de los
            aceptados; ya que estábamos formados, el profesor comisionado que
            estaba acompañado por el director de la escuela, profesor Facundo
            Chavoya, ese era su nombre y apellidos, mostró un folder color beige
            y empezó a leer los nombres de los aspirantes aprobados y becados
            para ser estudiantes regulares de la escuela de Xocoyucan, Tlaxcala.


            La orden era dar un paso al frente en el momento de escuchar su
            nombre; ya iban nueve y mi nombre no se oía, cuando oí Aniano
            Doroteo Gutiérrez, di un salto de alegría, levanté las manos
            agradeciendo al Dios del cielo su ayuda en esta gran aventura, porque
            en ese momento se hacía realidad mi sueño de ser estudiante, mis
            días y mis noches de preparación para presentar ese examen, habían
            valido la pena, porque desde ese instante pasé a ser colegiante como
            lo eran mis demás paisanos.


            El grupo aceptado fue de 50 alumnos tal como lo habían anunciado,
            formados de dos en dos pasamos al almacén por la ropa de cama, los
            uniformes y nuestras botas.




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