Page 53 - Topiltzin El pequeño Quetzalcóatl
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donde Topiltzin encontró a los comerciantes de su pueblo, quienes
ya preparaban su partida.
Más tarde se acercó a mí, sabía que ya no era el mismo.
—Hormiga de Obsidiana, hermano, tú has cuidado de mí como un
buen padre desde que nos encontramos, me has compartido tu
palabra y tu conocimiento, me dejaste entrar y conocer los
saberes de tu pueblo, me compartiste tus dioses, tus sueños
y emociones, gracias a ti, mi corazón conoció un sentimiento
precioso que jamás imaginé que guardaba.
Me voy, pero parte de mí se queda aquí. Estoy por convertirme en un
hombre, pero sé que todavía necesito cultivarme, por eso regresaré
al calmécac, pero ahora en la Tollan Cholula, para florecer como el
maguey y encontrar mi propio rostro.
—Topiltzin, permíteme acompañarte y saber que llegarás con
bien a tus tierras —respondí conmovido—. Quise contarle lo
que la venerada anciana me expresó, pero no podía hacerlo,
no podía alterar el destino.
—No puedes ir a dónde voy, hermano. Ésta es mi lucha y yo sólo
tendré que enfrentarme con los señores y las señoras del cielo
de abajo, quienes ya están arrastrando mi corazón con ellos,
pues saben que me encuentro vulnerable, temo perderme.
Toma el maíz, la piel del venado y a kuilti. Únicamente dame
estos cuatro granitos, para llevarlos conmigo.
—Ha sido un honor conocerte —lo miré profundamente—. Que
tus dioses te guíen y encuentres tu verdadero rostro.
Nos dimos un fuerte abrazo. Agarró su morralito y emprendió
camino a la gran montaña blanca. Fue la última vez que lo vi.
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