Page 51 - Topiltzin El pequeño Quetzalcóatl
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Al salir, atravesamos un gran patio con un juego de pelota al fondo,
            lo reconocí porque era muy parecido al que estaba en el cerro del
            Bonzha, donde se encontraban hombres y mujeres ataviados con los
            más bellos atuendos y cargando atados de mazorcas y semillas que
            ofrendarían.


            Llegamos a un fresco tapanco, donde nos recibió un principal con
            vestimentas propias de un gobernante. Afortunadamente, Topiltzin
            conocía la formalidad y la ritualidad de esos encuentros, los aprendió
            muy bien de los pochtecas. Después se marchó e inmediatamente
            nos convidaron con todo tipo de alimentos y bebidas.

            Nuevamente le pregunté a Topiltzin qué habían conversado.


               —Me dijo que somos bienvenidos y que la preciosa carga que
                  traemos llega justo a tiempo para la ceremonia de la gran
                  punzada del Hueytozoztli para pedir lluvia a Tláloc, la cual se
                  celebrará esta noche. Además, que darán una gran sorpresa
                  al pueblo y nosotros seremos los invitados de honor, que los
                  dioses estarán satisfechos con la ofrenda de hoy.


            Logramos escabullirnos del convivio, y sin perder tiempo, buscamos
            entre las construcciones a Mahetsi. Recorrimos cada rincón, pero
            nada, empezamos a desesperarnos, la tarde caía.


            La  gente se reunió en  el  centro de la plaza  principal,  en medio
            de la cual se encontraba un pequeño montículo: un enorme coro
            entonaba himnos a los dioses; luego salieron danzantes, malabaristas
            y personajes que representaban hazañas de los dioses, animales y
            seres mágicos; los braceros no dejaban de quemar copal; tambores,
            sonajas, teponastles, caracoles, flautas y trompetas de largos quiotes
            sonaban sin parar.


            Después,  un  silencio  total.  De  lo alto de  un  teocalli,  salió  su
            gobernante majestuosamente ataviado y junto a él Tezcatlipoca, el
            señor y dueño de la noche y cuatro niños que no pasaban los siete




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